Dos actuaciones sobre algunas más me obligan a recordar lo comentado el mes pasado sobre la última Encíclica del Papa. Una, cercana e inmediata; y otra lejana, solemne por quien puede ser solemne y mediática de momento, porque luego será archivada, ignorada, casi proscrita como un cachivache inútil, en el estereotipado desván de los recuerdos. Las dos se relacionan.
José-Román Flecha «nuestro» Catedrático de Teología Moral de la Pontificia de Salamanca, ha estado con nosotros un año más y sus tres conferencias han tratado de hacernos comprender el significado último de esa profunda reflexión del Papa sobre el inmenso daño que el hombre le está haciendo al medio ambiente y se está haciendo a sí mismo. Porque observando y reconociendo el bien efectivo que los avances tecnológicos y científicos han obrado sobre nuestras vidas, poniendo el acento en la medicina, que lucha a brazo partido con todas las epidemias que nos dañan -y sus logros están ahí incuestionables-, hemos de convenir por otra parte que el progreso, ese progreso material del momento y que aquí en nuestra aldea española tiene nombre pomposo, conlleva algunas lacras que por perniciosas no deberíamos reconocer como irreparables. Dos principales. Que ese bienestar tan reivindicado como si sólo nosotros tuviéramos el derecho a el, no llega a todos los hombres de la tierra, maldita pesadilla, ¿no hablamos de ecología?. Pues si es el tema, que nuestro egoísmo y relativismo que nos hacen decir demasiadas veces «es su problema» o «es tu problema» no nos tengan encasquillada la conciencia. Pues si hablamos de ecología, estamos hablando de maltrato. Maltrato del hombre poderoso a la flora y a la fauna de la Tierra, incluidos en ésta a los hombres y mujeres que nada tienen que perder más que la vida y por eso emigran de su tierra y se la juegan subiéndose a unas barcas enormes sin saber nadar, saltan vallas altísimas llenas de espinas y cuchillas, o cruzan fronteras sin temor a lo que se puedan encontrar.
La lejana y solemne se refiere a uno de los hombres más poderosos de la Tierra, dicen, que presenta y proclama su particular plan para reducir la tercera parte de las emisiones contaminantes de CO2 en su país. Obama, muy cerca de su «jubilación», intentará ese primer paso en el largo camino para paliar, por lo menos -algo nos tocará a nosotros-, el enorme daño medioambiental que genera su industria (¡ya nos estamos dando cuenta!). Aunque no cantemos victoria aún, pues la mitad de sus «autonomías» (allí también hay autonomías), no estarán por la labor y han anunciado que recurrirán. Allí también recurren, válgame Dios.
Para terminar, me repito también en la cuestión que nos supone otra tremenda pesadilla. La de unos cuantos politicastros ensoñadores y falsarios, además de corruptos como los otros, que se empecinan en decirnos que no quieren ser españoles porque no son españoles según las grafías que indican los respectivos «adeenes». Mienten y manipulan como bellacos la historia y su memoria, que no la de ZP, pues hasta la innegable y estimulante valía empresarial de los catalanes ha tenido en la mano de obra procedente de las otras regiones de España la insustituible cooperación necesaria.
JortizrochE
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