Es público y notorio que, presuntamente, los chanchullos y los «pringaos» en la interminable historia corrupteril del PP van para «rato», con Rato incluido en ese tabloide de chorizos ibéricos de bellota. De pata negra.
Cada vez más, nos sorprenden nuevos capítulos de esta saga de escándalos «capitales». Uno de los últimos es el capítulo ya asumido y diluido por la sociedad «asociada», del encuentro entre Rodrigo Rato, presunto estafador corrupto, y el Ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz. Quizás, era para «recordar» tiempos donde fueron felices y comieron perdices. ¿De qué iban a hablar ellos? ¿Del «tinglao» de la historia interminable…? ¿O de alguna manta que airear…? ¡Qué tontería!
Lo más increíble de esta historia no es lo que se escucha como única tabla de salvación, que se ve que da «resultao» para no «ahogarse» en la charca de cieno movedizo. El «no sé», «no lo conocía», «yo sólo pasaba por allí»… Si no, toda esa podrida olla de escándalos del PP que sorprendentemente, y vergonzosamente, sigue teniendo sus defensores a ultranza, fieles adeptos, junto al clientelismo y los acomodaticios al sistema por propia inercia… y lo de «más vale», y otros, que dicen benévolamente: «si yo estuviera en el poder, quizás haría lo mismo». Y así, el PP se pavonea, con razón, de que siguen siendo los más votados, aunque sin mayoría, a Dios gracias.
Si esta tramoya de corrupción masiva a esta sociedad indiferente de votantes le resbala, así como este ladronicio estatal y sus escándalos, y les siguen votando, es porque, según dijo el «entendido intelectual» Marhuenda, del periódico La Razón, en el debate de La Sexta de los sábados: «los ciudadanos corrientes no se interesan por nada». Y esos ciudadanos corrientes somos la mayoría. Peor imposible. Quizás sea que ciertos programas basura de gran audiencia, los que participan o los ven, no están al loro y no se enteran de lo que hay. O que no les gusta la política, y pasan de ella… mientras les vacían los bolsillos ladrones de guante blanco. Pero se ve que esto de la corrupción ejerce una «fascinación», una «atracción», que atrapa; y abarca, hasta los más emblemáticos y encumbrados personajes conocidos de esta España de unos y de otros pues la «inefable y cándida» Monserrat Caballé también sintió la atracción y se metió en esa charca.
Mientras, ahí están las elecciones y la izquierda sigue dividida en facciones y enfrentamientos, y ayuda a que la derecha, sin fisuras y todos a una, esté aún en la cresta de la ola, aunque llena de chapapote y corrupción a tope.
Josefina García
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