Paciencia y tolerancia, dos virtudes que te pueden hacer la vida más feliz y también la de las personas que te rodean.
¿No te has fijado en la cantidad de veces que pierdes la paciencia al día? En la cola del supermercado, en la del médico, con los otros conductores, con tus hijos, con tus padres, con tus familiares más queridos. Precisamente, cuanto más allegados nuestros son las personas, más capacidad de hacernos perder la paciencia tienen, ¿no te habías dado cuenta? ¿Cuántas veces pierdes la paciencia con tu pareja? ¿Es la persona con la que más la pierdes? Si es así, no te preocupes, le pasa a casi todo el mundo, pero tiene remedio, sí, lo tiene y se llama tolerancia. Quizá no sepas muy bien a qué me refiero, puesto que la tolerancia es un don que casi hemos perdido. Es un regalo precioso que todos llevamos dentro, pero que pocas veces dejamos salir, nos beneficia a nosotros y beneficia a las personas sobre quien la ejercemos. Pero, como la mayoría de maquinaria en desuso, hay que ponerla a punto, engrasarla y empezar a usarla poco a poco.
Ser tolerante con los demás supone, primero, ponerse en su lugar e intentar comprender por qué actúan así. En segundo lugar, pensar que quizá nosotros en su situación reaccionaríamos igual que ellos. Por lo tanto, antes de reaccionar… pensar. Antes de hablar, meditar lo que vamos a decir, ese tiempo nos servirá para alcanzar ese punto de comprensión y de TOLERANCIA.
Sé tolerante con esa persona a la que le cuesta cruzar la calle cuando vas conduciendo, tú algún día también necesitarás más tiempo para cruzar. Sé tolerante con los niños, todavía no han alcanzado el conocimiento adecuado para comportarse correctamente. Sé tolerante con quien tropieza contigo por la calle, seguro que no era su intención.
La tolerancia y la paciencia son las claves de la felicidad. Sé tolerante y paciente con los que te rodean y, sobre todo, sé tolerante y paciente con tus errores, contigo mismo y, sobre todo, procura ir por la vida sin prisas y regalando sonrisas, y verás cómo tu vida cambia.
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