Si la misión de Jesús en la Tierra era salvar el mundo, ¿por qué tuvo que sufrir tanto? Pudo haber elegido otra forma menos dolorosa y traumática, o simplemente porque era Dios, decir: «Hombre, quedas redimido». Cualquiera que lea algo de su vida, se dará cuenta enseguida de que Él no busca los placeres ni destacar en nada, sólo en la bondad, y más bien quiere estar cerca del que sufre, del pobre y necesitado. Siempre junto al dolor, con la intención de aliviar, consolar y hacerlo más llevadero. Quizá por ello, y porque quiso ser solidario con el ser humano, eligió voluntariamente la pasión para darnos ejemplo de cómo llevar la cruz, ya que ésta se nos puede presentar también en nuestras vidas: enfermedad, dolor, pobreza, cansancio, desprecio, soledad, etc.; siempre difícil y dura, y sólo el amor a Jesús la convierte en un signo positivo de serenidad y fortaleza que supera toda contradicción, y si alguna vez, en las encrucijadas de la vida, estuviéramos cansados o agobiados y nos faltaran las fuerzas, pidámosle con fe profunda que sea Él nuestro Cirineo y nos acompañe en el dolor, veremos que realmente funciona. La cruz, si es la del perdón y el amor, irá siempre sumando esfuerzos y voluntades, para hacer más soportable nuestra vida y la de los que nos rodean. Vivamos con fe y esperanza esta Semana Santa, tanto la de la calle como la del recogimiento, con la mente y el corazón puestos en la resurrección de Nuestro Señor.
Federico Barbero
(La Alpujarra)
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