El milagro esperado: Guardia Civil

Teresa rompió aguas. Estaba sola en casa, con su hijita de 3 años. Por el patio pidió ayuda y rápidamente acudieron varios vecinos. Ninguno tenía coche pero sí bicicleta y uno de ellos se ofreció a llevarla al hospital, mientras su mujer se quedaba con la niña, pero en medio del trayecto se presentó el parto y el vecino estaba aterrorizado. La parturienta trató de calmarlo y darle instrucciones. El hombre se quitó su camisa blanca, la puso en el suelo en la que se echó la mujer a esperar, pidiéndo a Dios su ayuda y un «milagro», que se materializó con la llegada de la Guardia Civil, que recorría la zona. Inmediatamente pidieron una ambulancia. Al llegar, nacía una niña, con gran disgusto de la madre, que esperaba un varón al que pondría Hilario, pero pensó poner a la niña Mª del Camino, que era lo apropiado. Justo al llegar la ambulancia al hospital, Teresa se quejaba de tener fuertes contracciones, causando la hilaridad de los ocupantes del vehículo, pensando que se trataba de la placenta, hasta que uno de ellos cayó en la cuenta de que había salido junto con la recién nacida. Tardíamente vieron que nacía otra niña, que presentaba algunos sintomas, sólo reconocibles por los médicos, que la llevaron a la incubadora, en la que permaneció un mes. Fue Hilario a recogerla cuando le dieron el alta, pero, al llegar a casa, Teresa exclamó: «¡Ésta no es nuestra hija!». Cotejaron la semejanza entre las dos gemelas, y no se parecían en nada: la una, morenita, con abundante pelo negro y la otra, Mª del Pilar, piel pálida y cuatro pelillos rubios. Se tiraron años tratando de demostrar el error del hospital, pero nunca supieron quién era su verdadera hija. A pesar de que Mª del Pilar era una santa y Mª del Camino un demonio, ¡eran sus hijas! Teresa, a ratos perdidos, bordó una bandera de España y a la Guardia Civil en el patio de armas, rindiéndole honores; era el justo homenaje de aquella madre a esos hombres y mujeres que cada día o noche cumplen su deber de proteger y ayudar al cuidadano.

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