«Falsa identidad» (Ser hincha de fútbol, como rebeldía, ante una vida mediocre)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Las madres, en el 90% de mi estadística, no ayudan a crecer en libertad a sus hijos. Les alimentan, asean, trasladan al cole, controlan que no se descalabren por ahí (o por el pasillo de casa), les ayudan con las tareas extraescolares, les compran algunos aparatos electrónicos (para que no den por culo más de lo necesario), pero les convierten y les muestran socialmente como entes clónicos de sí mismas (y de lo que ellas aprendieron de sus madres), con el orgullo de una especialista en I+D+i.
En nuestra realidad, no existe alguien tan categóricamente machista, ni tan castradora de sueños como una madre (eres hij@, y sabes de lo que hablo). Sigo. En el matriarcado encubierto, la mujer es dominadora (desde que aparecieron las religiones) de la voluntad del hombre, a través del sexo (asunto de difícil reconocimiento por lo que al político macho le atañe: problemas y votos), promoviendo ésta, inconscientemente, con su actitud «pedagógica» hacia sus hij@s, cierta propensión a la violencia machista. La contradicción más flagrante en las madres es que «educan» machistamente a sus hijos varones, para, más tarde, denunciar a otro macho cómo presunto maltratador de sus propias hijas. Ella misma, crea y alimenta su propio monstruo e «inhabilita» al copulador oficial (padre) como emérito educador. El hombre (mayormente sumiso en la toma de decisiones en el hogar, cuando es padre de familia), acepta socialmente el rol de mero polinizador, y ella (ante notario), ser «dueña» de vidas y, como tal, arquitecta de esa pieza humana que moldeará, desde su más corta edad, y que controlará (emocionalmente) para siempre: su hij@.
La educación, tomada como adoctrinamiento, robotización, utilización y explotación del individuo (que es la tendencia preferida por los políticos), nos lleva al encuentro con el idiotizado y falso macho alfa de nuestros días y maltratador en potencia. Me explico. Ante la falsa identidad (ego) que madres, padres y demás agentes socializadores nos adjudican (y nosotros aceptamos sin rechistar), el ser humano, como INDIVIDUO, se siente desasosegado, perdido, desubicado con respecto a la finalidad de su existencia, enfrentándose a una gran contradicción entre el ser libre que añora y el entramado tramposo en el que se encuentra inmerso. ¿Para qué vino uno aquí? ¿Qué coños pinta en este sarao de mangantes y asesinos en serie? ¿Qué sentido tiene todo esto?
Para remediar todas estas dudas, demoledoras de espíritus y de cerebros únicos, originalmente vírgenes, los laboratorios farmacéuticos se encargan de ofrecer toda su química tranquilizadora y portadora de toda esa realidad virtual que la droga te facilita. También puedes optar por cambiar de pareja o de creencia religiosa cuantas veces quieras. Te puedes apuntar a un gimnasio para controlar el stress. O subir al Everest, para salir en todas las portadas de los periódicos y revistas especializadas en los grandes retos de los grandes hombres. Porque, hasta ayer, que se sepa, Cristiano Ronaldo, Mario Conde, Vargas Llosa o Aznar, eran los iconos de los machos alfa de la manada. Pero, hoy, resulta que hemos descubierto que ya no es así: porque a CR-7, sus «tabletas» no le dan ni más inteligencia ni más categoría humana; ni las camisas de cuello cisne, a Mario Conde, le hacen más honrado; ni los libros, a Vargas Llosa, le libran de la cárcel de Panamá; ni José Mari Aznar, deja de ser un gran chorizo que no paga a los españoles lo que les debe.
Resumiendo, ¿qué nos queda, después del manejo hipnotizador de nuestros «amos» con nuestras vidas?. Yo te lo digo, nos queda solo esta elección macarrónica: hacerse hincha del Madrid o del Atletic (o del Bayern o del PSG, o del Manchester, etc..). Entonces, sucederá que, dentro de la «masa» y con un objetivo intrascendente (que es hasta donde nos permite nuestra miseria educativo-existencial), un hombre o una mujer se dirigirán hasta el estadio, acompañando-rodeando-adorando al autobús (como a un totem), dónde, perdidos también, en su interior, permanecen los gladiadores modernos del balompié, a la espera de fundirse con esa prole (desprovista de individualidad), a la que ni les dieron oportunidad, ni se tomaron la molestia de buscar otra salida que la de rugir juntos, como si de una voluntad ancestral se tratara.
Ante una educación castradora y sádica, me quedo con el rugido de la selva, con el deseo de lo lúdico frente a lo formalmente deseable por los banqueros. Me quedo con esa masa descerebrada, pero que reivindica (a veces, con una violencia inducida por la desesperación de una vida frustrada desde el comienzo) un antiguo anhelo por alcanzar el éxtasis en la unidad y la reafirmación de quien desconocen ser. Aunque, en mi caso, el grito que me define como macho y alfa, me sale directamente del escroto.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*