No importa la raza, la religión, la clase social, el entorno, las lenguas, los dialectos, las costumbres,
la sociedad, el odio y la envidia, la solidaridad, el desprecio u orgullo, la pobreza o la riqueza, porque existe algo más importante en la vida, algo que vence ese fantasma llamado orgullo: la responsabilidad y el amor por el prójimo, como es el comportamiento de un maestro de escuela que tiene que cruzar un río dos veces diariamente y luego caminar por varios kilometros para dar clases a unos niños de su área, en su caluroso país, porque, de lo contrario, el maestro tendría que caminar por tres o cuatros horas, dos veces al día, para llegar a la escuela donde enseña a los niños. ¿Quién da más? ¿Sólo el que ofrece esperanza?
¿Tienen el amor, la modestia, la voluntad y la responsabilidad fronteras? Ni me lo imagino, ni me lo creo, porque son invencibles.
Jose Antonio Rivero Santana
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