Todo esto lo vengo a escribir porque, en esta quincena que ha pasado, los acontecimientos locales y globales se han ido sucediendo extraordinariamente. Aparte de los plenos municipales (con los que me he tragado, Dios) y sus descafeinadas crónicas en los medios, cosa que no alcanzo a entender todavía, he podido leer apuntes sobre el Cincuentenario de la coronación de la Purísima -algo más que una imagen para los torrevejenses, pero que da la ligera sensación de que sea sólo y exclusivamente de unos pocos (y lo escribo sin acritud, y que Dios me perdone por si acaso)-, una fiesta religiosa que habrá costado una buena pasta y que no ha empañado para nada la otra fiesta deportiva montada por la peña del Atlético de Madrid, las chicas del Bareto; un magnífico artículo de opinión del ahora decano de la prensa local, Manolo Pamies, sobre la vida y obra del Semanario, de forma sucinta, que es de suponer haya escocido por muchas partes, porque Manolo siempre ha sido muy incisivo en sus cosas; Juan Soto Ivars, joven periodista de Tentaciones (El País), se despide del medio en un artículo antes de que Cebrián lo mande a la calle por haberle dicho que es «un tirano como Calígula», y en su propia casa. Este joven y yo coincidimos porque también me crié en mi juventud y posteriormente en los estudios me fui formando con ese diario «independiente». Yo también soy de los que piensan que El País debe volver a ser lo que verdaderamente fue, es decir, un reflejo del país en todas sus acepciones, desde la política hasta la cultural, porque, como muy bien ha dicho el sabio humanista Emilio Lledó, «la cultura y la educación son la verdadera riqueza de un pueblo, y no sólo lo económico y lo material». Por lo demás, yo soy de los que me resisto a que programas como «El Intermedio», de sátira, humor y crítica hasta la médula, desaparezcan en los meses de verano y veremos si no sucede lo mismo en los duros meses de invierno. Monzón siempre será Wyoming, y viceversa, como aquí.
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