«Río 2016» (Los Juegos del Hambre)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Brasil, no se entiende sin una samba callejera en la calle y sin la corrupción que socava el corazón amazónico del carioca bailarín. Las Olimpiadas, son un invento de un pariente cercano a ese casposo europeo medieval que nos contagió la peste y la cruz: Impotente, mafioso y carroñero, una especie decadente que intentó justificar su codicia y su mentira ancestral mezclando el brillo de lentejuelas con el sudor y la miseria que el blanco ladrón impuso a golpe de sangre y fuego.
El oro de sus medallas, la plata y los himnos, que delatan al tirano invasor, son nada comparado con todo el Brasil saqueado y analfabetizado por la iglesia y los mercaderes de almas desde siempre. Río 2016 está ocultando otros ríos de pobreza, delincuencia y fascismo político-policial, disfrazados hoy de esforzados atletas en pos de su premio de hojalata.
Brasil es verde y musical. Indígena y putañera. Carterista y genital. Negrícola y guacamaya. Favela y droga porculera. Miserable y maderera. Sonrisa en la cadera y te rajo la garganta. Desesperada y arrogante. Turbia. Selvática. Caótica. Disparatada. Anacrónica. Contaminada. Corcovada. Cristianizada. Y, Lula, otro cabrón.
Olimpia y Río. Nada que ver. Atletas emparentados con los dioses, unos y funcionarios, el resto ahora. Nada que compartir con los griegos atenienses. Los dueños del espectáculo mediático, los amos del capital, capitalizan el show. Entretienen nuestras deudas. Nuestros momentos de vacío los disfrazan de logros. Sus madelman de diseño nos representan en la televisión. Nos emocionamos a través de los robots patrióticos. Mientras,  la vida pasa a nuestro lado y la obviamos. Estamos en el túnel de la magia para idiotas y no sentimos nuestro propio latido alrededor. Nos hipnotizan con cada éxito de ficción. Y nos sacan los cuartos, porque cada imagen de triunfo ajeno tiene un precio. La emoción virtual la pagas con tu salario de mierda. Y Mariano, el gallego disléxico y atrófico total, nos escupe mientras habla de nuestro próximo sacrificio en nombre de esa puta Olimpiada europea, a la que no quiero pertenecer porque soy de Marte.
Efectivamente, los Juegos del Hambre (hambre de justicia, de amor, de libertad, de conocimiento…) nos los retransmiten cíclicamente. Los tipos que manejan el Gran Hermano son listos (pero antiguos): el palo y la zanahoria existe desde antes de los griegos. La única diferencia es que estos eran  artistas y filósofos. Intuitivos. Tampoco tomaban anabolizantes, ni droga rusa. Joder con los «parruskis».

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