Se apagan los ecos del Carnaval y empieza la Cuaresma. Dentro de cuarenta días, Semana Santa. Ya en las misas del miércoles se nos «selló» la frente con grave e importante relevancia con una pequeña mancha de ceniza. La Iglesia nos exhorta a creer en el evangelio y a la rectificación de la conducta en lo que proceda, a nuestro juicio, pues es tiempo de penitencia que nos llevará a la Vigilia Pascual, preludio del Domingo de Resurrección que es la más gozosa e importante fiesta del año litúrgico. El domingo pasado entré al templo «a la de doce», sin repasar ni reparar las lecturas del día. ¡No me dio tiempo! Me lo encontré infrecuentemente lleno y con la algarabía natural de los niños que se preparan para su primera comunión, expectantes y deseosos de participar en lo que se les diga. Era nada más y nada menos que primer domingo de Cuaresma. Hemos de decir que en esa gran asistencia tuvo mucho que ver la Junta Mayor de Cofradías que quiso, con acertada decisión, sumarse a la natural y emotiva solemnidad.
Asomarse a la ventana de la tele u hojear los periódicos te lleva directamente a la melancolía (hoy mismo, en letras gordas: «En Villena se instaurará la fiesta -o algo así- del Orgasmo femenino y el domingo feliz». Tal cual y sin comentarios. No he leído más). Y aunque es verdad que el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor, la desconsideración de los medios para sus clientes es patente al primar para ellos la noticia morbosa, degradante, y cuanto más espantosa mejor. Miro a nuestra ciudad y aparco comentarios. No encuentro ni un miserable acuerdo entre Gobierno y oposición. En ningún momento, por ninguna cuestión. Nunca. Vivimos en la ciudad de los contratos. Contrato por aquí, contrato por allá. Aquí todavía no hay contrato, pero viene de camino. El último nonato, el de las casas de la tercera edad sin sus cafeterías, en la Concejalía de Fiestas y Cultura, limpieza de los colegios y edificios del Ayuntamiento, de las basuras, que es el mas gordo, el de la media-maratón que también está congelado. Y los que se han hecho y terminen o no terminen, viciados: Teatro Municipal, Torretas, asfaltados de calles que hay que reparar…
Y no hablemos de Cataluña, que es de susto. «La escuela no se toca», dicen los independentistas, que ellos sí que van a por todas. Pues eso, la escuela, sr. Rajoy, es el arco de bóveda de la cuestión, y no se deje convencer por el «buenismo» socialista (¿español?), ambiguo, sectario… y, lo siento, incapaz de olvidar de una vez por todas la Guerra Civil que perdió el comunismo soviético en su apogeo colonizador en lo ideológico de los años treinta. Iceta, que si los niños catalanes no serán divididos en la escuela. Calvo, que no debe removerse el asunto de las lenguas, y el sr. Ábalos, interlocutor máximo en esta España del sr. Sánchez, le dice al sr. Rajoy que no juegue con las señas de identidad. Un partido que no hace mucho puso en cuestión el concepto de patria y nación (Zapatero dixit). He leído a José Luis Álvarez, doctor en Sociología por Harvard, en artículo de opinión en prensa del día 15, y que deberían tener enfrente el sr. Rajoy y su cúpula. Para él, «al ser además de político un asunto antropológico, dice que la inmersión no existe para integrar, sino para señalar cuál de las dos mitades es la «supremacista»». «Els de casa» frente a «els de fora», se titula. Advierte que, para desactivar al independentismo, es necesaria una reforma de la Constitución que cancele la inmersión lingüística educativa en una sola lengua y que si el Estado no se atreve a hacerlo ahora, Cataluña se separará en un futuro de España». Y yo añado, arrastrando a Valencia y Baleares.
JortizrochE
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