José Francisco Sánchez, hijo de «Pepe el Matero» o Pepe Sánchez «El de la Caja», hoy sr. D. José Francisco Sánchez, «en mayúsculas», director de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja.
La afluencia de público tenía un alto porcentaje de extranjeros de muchas nacionalidades. Pude apreciar suecos, noruegos y finlandeses, ingleses, alemanes, franceses, belgas y hasta algún argentino. Españoles también éramos muchos y no sólo de Torrevieja. Había personas de Elche, Almoradí, Orihuela y de otros pueblos.
Ocupando nuestros asientos, vimos salir a la orquesta y observar cómo el concertino daba la afinación a los profesores de música. Esto empezaba a ser emocionante. Pero al ver salir a José Francisco vestido con impoluto «Fraque», sin una arruga y rigurosamente negro, daba la sensación de volver a un pasado «glorioso» de la música.
El programa del día era interpretar al mismísimo Ludwig Van Beethoven.
Una primera parte, con un concierto para violín. Como solista, Joaquín Pàll Palomares. Un joven mezcla del frío islandés y del calor español, y así me pareció su intervención por la sobriedad en sus notas y la alegría en sus movimientos. Con una seriedad sublime y con un respeto extremo a la obra del genio alemán, resultó ser un virtuoso y alegre violinista cuando nos regaló una pieza fuera de programa.
Me declaro aficionadillo a la música clásica y oyente de las grandes y famosas obras de los grandes maestros, pero no da igual oír un CD que verlo en directo.
No conocía ese concierto para violín de Beethoven. Ver la interpretación del solista y el acompañamiento de cada instrumento durante el mismo era espectacular, pero ver cómo el director con su mano izquierda pausaba y pautaba a la orquesta… Acabó siendo una brillantísima actuación.
Yo, como fumador, apenas tenía la ansiedad de salir a fumar, porque estaba embrujado por semejante actuación. Nos dieron diez minutos de descanso para digerir y reflexionar lo vivido. Apenas cuatro comentarios y ya estábamos dentro de la sala otra vez.
José Francisco, envuelto en su elegante frac, se subió a la peana de dirección; ésta, con un moderno atril y con barras de respaldo para que sus movimientos hacia atrás quedaran protegidos de la altura con la platea.
Apenas tuvo que llamar la atención de los músicos y no como otros directores, golpeando con la batuta en el atril. Él, con un suave movimiento de sus manos, los tenía a todos listos para comenzar algo tan grande como las primeras 8 notas de la 5ª Sinfonía de Beethoven.
El padre del director, compañero mío de trabajo, querido por todos por su sencillez, su humildad y sobre todo por su esfuerzo diario en el trabajo y amante hasta el extremo de sus aficiones, educó a sus hijos en sus mismas virtudes y así los he ido conociendo con el paso del tiempo.
No creo que el genio de Bonn, en pleno romanticismo y con la gravedad del aumento de su sordera, tuviera nada que reprochar a esa magnífica dirección que hiciste en esa noche de sábado.
La sinfonía está orquestada para flautín (sólo en el cuarto movimiento), dos flautas, dos oboes, dos clarinetes en si bemol y do, dos fagotes, contrafagot (sólo en el cuarto movimiento), dos trompas en mi bemol y do, dos trompetas, tres trombones (alto, tenor y bajo, sólo en el cuarto movimiento), timbales (en sol y do) y cuerdas. En los instrumentos de cuerda me pareció contar cuatro contrabajos, seis violonchelos, entre seis u ocho violas y unos dieciséis violines más o menos. Todo un lujo, semejante orquesta, para una ciudad pequeña como Torrevieja.
El autor, basado en las influencias de las guerras napoleónicas, saca su estridencia y a la vez su delicadeza para obrar sus cuatro movimientos.
Hacer confluir y armonizar instrumentos de cuerda e instrumentos de viento queda en la personalidad del director.
José Francisco dirigió con su personalidad, ésa transmitida por su progenitor, llena de sencillez, humildad, elegancia y dulzura. Su mano izquierda era directa y suave. Daba introducciones precisas a primeros violines o a la cuerda en general, pero todavía más a las trompas, flautas o clarinetes. Con un dedo integrador, mandaba al timabalista que realzara cuerda y viento. Continuamente con su plácida y dirigente mano izquierda incorporaba o paraba instrumentos a la vez que con su mano derecha y su batuta no dejaba de mantener el compás, observando en su fluidez cuál debía ser la sonoridad de la orquesta.
Sencillo en apariencia. No sé cuántas horas de trabajo habrá detrás de él. Imagino que innumerables. Ahora bien, su estilo refleja su personalidad y su personalidad transmite belleza.
Toda la delicadeza armónica que nos dedicó durante la sinfonía se vio alterada en un última interpretación, que a mi parecer fue un regalo, fue como una repetición del último movimiento de la sinfonía, pero con alguna variación del director, pues salió una actuación briosa e intensamente sonora con una grandiosidad y una belleza musical tal, que hizo levantarse al público de sus asientos en una extensa ovación llena de unos largos aplausos.
Gracias, José Francisco, por esa tarde-noche maravillosa, y transmite mis gracias a toda la orquesta y a sus dirigentes. También agradecer a Pelayo Mellado su amistad y la ayuda prestada para que un amigo mío, invidente, pudiera disfrutar de este maravilloso concierto.
Manuel Gómez-Pardo Bellod
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