De miembras y futbolistos

Me resulta pintoresco y casi ofensivo, como español y televidente, que durante la última semana, en todos los medios de comunicación, incluida nuestra «caja tonta», el tema de debate que más tiempo ha consumido sean las palabras que la joven Ministra de Igualdad pronunció en su primera comparecencia en el Congreso, al querer «igualar», con un rasero muy «sui generis», a los miembros y a las «miembras». Aquí, para los contertulios de todos los debates, la huelga de camioneros y camioneras que ha costado un muerto, un quemado, enfrentamientos con heridos graves, cortes de carreteras y «carreteros», de autopistas y «autopistos», que han hecho que la Guardia Civil, el ejército y las policías y «policíos» tengan que salir a poner orden en las calles, era una pastilla de clorato, comparado con la «soplapollez» -perdón, «soplacoñez»- de una inexperta Ministra, de la que algunos han creído haber encontrado el filón para tapar sus propias vergüenzas y así desviar el interés de sus problemas internos, y han pedido la cabeza de Bibiana Aído -que así se llama la susodicha- como si fuera la causante de todos los males del país, incluida la subida del petróleo. Ahí tenemos a dos abanderados de la democracia, como Federico y J. Ramirez, tirando cañonazos a las moscas, cuando, dentro de sus adeptos, tienen muchos más motivos para criticar.
Respecto a nuestros «futbolistos», que decir que, a estas alturas y salvo hecatombe, estamos en los famosos cuartos. Cuando estas líneas estén en tus manos, ya sabremos cuál es nuestro rival, si Francia, Italia o, sorpresivamente, Rumanía. Sea cual sea el rival, esperemos echar fuera la famosa maldición de los cuartos, y, con un poco de fortuna, poder levantar por segunda vez en la historia, la copa de Europa… o el «copo»… ja, ja, ja.
¡Ah! Se me olvidaba comentaros que, como os dije la semana pasada, estuve muy atento a la inauguración de la Expo del Agua. La primera parte fue de discursitos aduladores y aburrida hasta el máximo, pero el espectáculo artístico y pirotécnico, de diez… Vamos, ni punto de comparación con el numerito de los paletos tiroleses.

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