El paleto

Pascual, aquel paleto, siempre decía que si algún día le tocaba la lotería, se iba a dar la vida padre, sin olvidar que su único hermano compartiría esa gloria. Tanto porfió y pidió ayuda divina, que, un buen día, en efecto, le tocaron un «porrón» de millones. Lo primero que hicieron los dos «satélites» fue coger las de Villadiego y largarse a la capital, buscar un hotel de los que tuviera más estrellas e ir a restaurantes famosos. Se instalaron en un lujoso hotel de 5 estrellas, con los más modernos elementos y luego, a instancias del relaciones públicas, los llevaron en una «limousine» al restaurante de moda. Pascual le dijo a su hermano: «Chache, como semos nuevos en estas cosas, mejor será ver qué hacen los demás». Al lado de su mesa había un conde muy refinado, que pidió para cenar pollo. Pascual dijo al maitre: «¡Para nosotros, REPOLLO» (para no ser menos que el otro). El conde repitió y ellos también; luego los llevaron a un cabaret con atracciones. Cuando terminaron los artistas su actuación, el público pedía, enardecido: «¡Otra, otra, otra!». «Chache, vámonos, que nos dan repollo». Ya cansados, llegan de madrugada a sus habitaciones: no sé si sería a causa de comer tanta verdura, a lo que no estaban acostumbrados, el caso es que a Pascual le dio un retortijón de tripas; empezó a tocar botones y se apagaban o encendían las luces, radio, puertas de armarios… menos la del retrete. Al fin, y desesperado, sacó de su maleta una hoja de periódico con la que envolvía los zapatos e hizo sus necesidades en él. En ese momento, llamaron a la puerta; atribulado, tiró el periódico al techo y allí se quedó pegado. Era la camarera para ver si necesitaba algo antes de irse a dormir. «Pues sí», le dijo. «Le doy 10 euros si limpia usted la caca del techo». «Y yo le doy 20», repuso ella, «si me dice cómo co– ha puesto el culo para cagarse en él».

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*