La Mano Negra (5)

Juanillo ruiseñor

…se había convertido en ruiseñor, y, en su nueva forma, cantaba a todo pulmón, desde las ramas de un avellano. Tanto alboroto formó que la Princesa pidió al gigante que lo tomara en la mano y lo metiera en la jaula de oro. Amorosa se sentó sobre un escabel y dijo que lo pusiera a su lado. Cuando el gigante se fue, ellos estuvieron haciendo planes; entre ellos, que esa noche pusiera la jaula en el balcón de su alcoba, para ser despertada con sus trinos, pero en cuanto S.A. estaba durmiendo su sueño REM, él se convirtió en «Dios y hormiga». Acercóse a la cama, descorrió la gasa del dosel antipicaduras de mosquito y la llamó; ella empezó a dar gritos, obligando a Juanillo a volver a su jaula. Acudió el gigante con una tea encendida y, por más que buscó, no vio a ningún hombre, y se fue pensando que la Princesa había tenido una pesadilla. Al rato dormía la joven plácidamente y Juanillo volvió a repetir lo mismo, pero esta vez le tapó la boca para que no gritara. Amorosa se sentó en la cama y Juanillo en un butacón, pidiéndole que le contara con todo detalle lo relacionado con su vida y el modo como había llegado a aquel lugar. Se dispuso a escuchar, pues tenían toda la noche para hacerse confidencias. Vamos nosotros, lectores, a ver qué se dicen. «Has de saber, Juanillo, que soy la princesa heredera del Reino de la Ilusión. Cuando me vestí de largo, mis padres, los Reyes, dieron unas fiestas muy sonadas. Al Palacio acudieron miles de personas y, entre ellas, gran cantidad de jóvenes con el fin de desposarme. A la 3ª noche estaba yo sentada en un banco de la plaza de las Delicias, sola, pues había despedido a todo el personal, incluyendo al…

Continuará

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