El lado oscuro del 13 rue del Percebe

Los actos simbólicos quedan muy bien en las ceremonias oficiales donde un grupo finge interés sobre algo que no le importa lo más mínimo, o al menos no tanto como se afana en aparentar. Como ejemplo, me vale el memorial de Aretha Franklin donde el expresidente Clinton elevó a categoría cinco el castizo refrán: «El muerto al hoyo y el vivo al bollo».
Y celebró la vida eterna de la Reina del Soul colocando el Nirnava a la altura de las posaderas de Ariana Grande.
El mundo es ya un gran hermano donde la cofradía del dulcísimo marujeo no pierde ripio en las redes sociales. Donde los próceres de la patria chica venden mociones de censura como si fueran bragas de saldo. Y apuestan a dobles parejas en el póquer local el bochornoso sudoku de la nómina municipal.
Escribir del aquí y el ahora, con la vista en el medio y largo recorrido, obliga a hilar fino, a decir las cosas en la manera que pueden ser dichas. El ejercicio de la función pública en su sentido más amplio, políticos, altos cargos técnicos y funcionarios, no puede basarse en las rencillas personales, en los míos y los otros, en las luchas de poder, en por mis cojones al sol. No puede.
¿No era este asunto de la nómina municipal de suficiente calado para que unos y otros hubiesen hecho frente común para resolverlo?
¿No es esta situación tan grave como para tocar todas las puertas posibles, políticos y funcionarios, para intentar zanjarlo una vez por todas? Lo era y lo es.
Pero remover el avispero para que todo acabe lo peor posible es la brújula que mueve al grupo popular. La 13 rue del Percebe hecho discurso y estrategia de la política de la desesperación. Cabe recordar que a casi todos los males actuales que frenan a la ciudad el definitivo paso al futuro, el Partido Popular podría mirarlos a los ojos y decir aquello que dijo Darth Vader a Luke Skywalker: Yo soy tu padre.
Pero el lado oscuro es poderoso y arrastra a la derecha al fango fácil del olvido, a la convulsa tarea de echar leña al fuego a todo lo que se mueva. Cualquier reconocimiento de un pasado lleno de sombras no se contempla. Y sin ese acto de contricción sobre su pasado, su presente no es creíble y su futuro no será posible. Así que todo es lo que parece: tierra quemada y ciertas dosis de ruindad en lo político.
El PP siempre acaba tirando al monte de la sobreactuación pierda quien pierda. Y quien pierde, la mayoría de ocasiones, es Torrevieja.

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