Desde luego ha sido el mejor nombre que le podían poner, pues mientras en algunos programas ha sido capaz de estar en lo más alto, sobre todo durante los debates de la pasada campaña, en otros, como en los dos últimos, se han cubierto de gloria.
Presentado por Jordi González (el chico de la viruela) y arropado por una de las voces con más personalidad de la tele actual, Gloria Serra, cada sábado hacen un programa con dos partes bien diferenciadas. La primera es una entrevista en profundidad a un personaje; aunque la mayor parte suele ser un llamémosle debate.
Yo, particularmente, me niego a aguantar una de estas astracanadas, en las que participan personajes tan impresentables como Jimmy Jiménez Arnau, que, por cierto, ya va teniendo edad para que le llamen Jaime.
Luego están esas entrevistas, como la realizada la semana pasada a la «jurásica» Pitita Ridruejo, la visionaria entre las visionarias. Pero la madre de todas las entrevistas se produjo el sábado 29 de marzo a Mario Conde, que no es la sombra de lo que fue, por mucha gomina que se ponga. Indignante que a un estafador de su talla se le haga tan descaradamente la pelota y se le llegue a adular de forma tan rastrera. Después de ver su «beatificación in corpore», me dieron ganas de salir a la calle y gritar aquello que gritaban las multitudes a la muerte de Juan Pablo II… «Santo ya, Santo Ya».
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