Los Reyes, esos pequeños alcaldes de nuestros condenados (al paraíso, por supuesto) países, que no destacaron nunca por su honradez, generosidad y sabiduría (a pesar de lo que cuenten los cuentos), a veces, se han aplicado en grabar a fuego en el consciente de sus incontables vecinos frases como ésta: «El Estado soy yo». Que no quiere decir ni más ni menos: «me la pela todo lo que me rodea y, además, antes muerto que sencillo». Estas cuatro palabras definen la chulería más chabacana y cabrona de la que ser vivo alguno puede adornarse, si es que es capaz de sobrevivir a diario sin ser acuchillado por cualquier desesperado, con un par, que le rebane la femoral.
Luis era el nombre de ese Rey francés guevón. El mío es Manuel (Bueno) y doy fe de que todo lo «colesteroliano» pasa por mi mano (o por mi entrepierna, no lo sé muy bien…). A diferencia del gabacho que, sin dar golpe, se lo llevaba «muerto», una buena noche, el Arcángel Exterminador, a bordo de un Ferrari, recorrió el circuito de mis circunvoluciones y me prometió que, a cambio de conocer personalmente a Beyoncée (o como se leches se diga), yo debería escribir unas cuantas obras de teatro, plantar un tiesto y que lo de los hijos ya hablaríamos con Angelina Jolie.
Acepté y aquí estoy, después de nueve años (tomen nota los biógrafos). Colesterol Teatro nació de mi pasión por apostar en los casinos de los desiertos de sal de una Torrevieja culturalmente decadente, senil e irrepetible; de mi angustia, agitada por la desidia humano-cotidiana de los chikilicuatres que tratan de asfixiar nuestro frágil pero inmortal don de la palabra; de mi rebeldía, que no para de manifestarse, juvenil ella, sobre las lápidas-coyote de los cementerios para casposos (especie animal polar en extinción) que pueblan los pueblos de nuestra infumable, paleta y grimosa «celtiberia show business de la costa»; nació de mi alegría, por la frescura con que, como un Ferrán Adriá farandulero, reinvento cada ensalada heterogénea de amigos sin fronteras que visita nuestro «chou»; por mi insensatez, del capitán Nemo que llevo dentro, y que voy dejando en cada puerto, para no morir de éxito empachoso y machacón; por mi ininteligible inteligencia, que me transporta siempre a ese callejón sin salida de noches y estrellas, para observar cómo me lío una vez más al tejer los colores de cada tormenta en su estación; por mi sensibilidad, que arrastra y disuelve el lodo del amor y lo transforma en lluvias y arco iris mágicos y trágicos. Por mi dolor.
¿Y a usté qué le duele ahora, si se «pué» saber? Lo de siempre, ¿qué va a ser?: la ignorancia, lo chabacano, la envidia, la verborrea, la intolerancia…, vamos, algunas de las señas idiosincrásicas de nuestros vecinos más cercanos. Qué le vamos hacer. Pues no. Le vamos a ayudar. Esta vez no va a escribir un millón de veces «soy un patán, soy un señor, pero impotente en el amor», no. Esta vez le vamos a explicar al responsable del artículo aparecido hace unos días sobre el «exceso» pecuniario que la Concejalía de Cultura gasta en un grupo «aficionado» como Colesterol Teatro que deje de hacer oposición política y, como castigo a su «verde opinión verde», meta la lengua en una vasija de alquitrán y vaya asfaltando las urbanizaciones de Torrevieja, que buena falta les hace, y limpie los parques… y reforeste los parques… y dote los parques de… También puede irse a dar una vuelta a cualquier rotonda, desahogarse y así, «desatascao», a lo mejor ya no se le ocurren más tonterías para impresionar a los miembros (con perdón) de su partido. No obstante, tengo recién escrito el manual de «Cómo hacer presión (impresionar) a los miembros del partido» -disponible en cualquier kiosko joven-, para posible ayuda reparadora y urgente de cualquier idiota en acción.
Sigamos: crear, crear, lo que se dice crear… sólo crean los dioses (mitológicos, porque los otros son de cartón piedra, como se puede comprobar empíricamente tocando esas imágenes que todos sabemos dónde están y quiénes las guardan) y el instinto de los hombres. Yo soy un hombre al que el instinto todavía no le ha abandonado, o sea, al que, de vez en cuando, se le ocurre algo que comunicar. Si la cosa raya con cierta trascendencia social, cultural o política, y además la acción va cargada de cierta universalidad y relevancia audiovisual, pues que tenemos los ingredientes para que, una vez más, Colesterol Teatro plasme en escena unas sensaciones que a un servidor, el Rey Sol de Colesterol, pero al revés, le han sido reveladas. ¿Sigues pensando en verde?, ¡Ja!
Continúo, primo: Mis diez compañeros, desde hace nueve años, sensibles a mis propuestas, trabajan junto a mí no menos de tres meses, seis horas por semana, en cada nueva creación, lo cocinamos con amor y lo servimos con toda lucidez (según las críticas periodísticas) cada trimestre. Eduardo Dolón, a través de Manuel Esteban (del que recibo su personal comentario sobre la queja que nos ocupa, hecha por un partido de la oposición en un diario de la provincia), su programador, nos asigna una fecha de estreno y Torrevieja puede ver, gratis la mayoría de las veces, un acontecimiento inédito, propio y original cada tanto de una de sus asociaciones culturales (sin ánimo de lucro).
Nos dan 1.500 euros por cada función desde hace dos años. Antes nos contrataban menos y nos daban solo 600 euros. Si no trabajamos, no cobramos. Vamos como cada «kiske». Nada de subvenciones ni gaitas. No hay estreno, no hay parné. Echando cuentas: doce al final que somos, por 100 horas invertidas de cada uno (1.000 horas, redondeando), en el caso de que quisiéramos repartir el botín (1.500 euros), nos saldría a 1,5 euros la hora, más el importe del atrezzo y vestuario… En fin, que desayunamos en la isla de Bali cada vez que cobramos (nunca por adelantado), ¿qué te parece? Y sin contrato y sin hostias. Por eso estamos en ello: por los cuartos. Por el cuarto oscuro le pasaba yo tres noches enteras al librepensador ese verde para que supiera lo que es una «diarrea cerebral» traducida en las mil y una manera de echar cuentas para que te lleguen los dineros antes de montar todo un «tinglao» cada trimestre.
Llegado a este punto, la pregunta «guay» sería: ¿Cuál es el costo real de todo acto creativo? Es decir, lo que se me debería pagar a mí solamente por escribir cada obra teatral nueva -y escribo dos al año-, dirigirla, coreografiarla, inventar la escenografía, elegir la música, pelear con los técnicos de las empresas que vienen a montar luces y sonido, soportar las impertinencias de algunos conserjes, etc., etc.: la respuesta es lógicamente incalculable por su relativa infinitud y porque los «pelotazos», hasta ahora, solo se daban en el campo inmobiliario.
Esto se podría quedar aquí, en el mero análisis del costo de una puesta en escena, su repercusión y lo que en realidad recibes a cambio, pero no. Desde 2004 llevamos representando en distintos Festivales Internacionales de Teatro a España, a nuestra Comunidad y, por supuesto, a Torrevieja, en varios países del mundo mundial, ése que posiblemente conoces porque veas la Champion League y «na más», amigo verde pelotero. Colesterol Teatro ha estado en Corea del Sur (sin puta ayuda económica alguna) y se ha traído dos premios, en Francia, Canadá (premio), India (premio), Argelia (premio) y Argentina (premio). En el ámbito nacional también nos movemos (sin premios), pero igualmente se nos conoce: Cantabria, Madrid, Alicante, Almería, La Rioja, etc.
Nadie nos ha subvencionado nada, amor. Ni el partido del poder, ni los de la oposición, ni nadie de este pueblo donde vivimos y pagamos nuestros impuestos (verdes o no). Posiblemente, si estuviera afiliado al PP o votara a este partido, la repercusión mediática oficial, las ayudas económicas y otro tipo de facilidades se nos hubieran dado ya desde nuestros primeros éxitos fuera de aquí, pero esto no ha sucedido ni sucederá, intuyo…; por tener, no tenemos ni una foto con el alcalde, este hombre que se fotografía con todo el que gana algo, dentro o fuera de aquí, menos con nosotros (por otra parte, nunca lo hemos echado de menos, lo digo sin acritud y sólo por aportar más datos al currículum). Y que nadie se equivoque, vecino, somos un grupo «amateur» («el que ama», en este caso el teatro), no aficionado y, por supuesto, independiente, creativa, económica e ideológicamente hablando. De cierto prestigio internacional; aquí, ya habrá tiempo para acordarse de nosotros cuando ya no estemos (siempre ha sido así y no hay quien apueste por lo contrario).
Colesterol Teatro el año próximo cumplirá 10. Y habrá sido una década llena de casi todo, menos de reconocimientos oficiales por parte del país donde vivimos. Por otro lado, sin él y sin nosotros no se podrían escribir estas humildes historias sobre esas pequeñas cosas que, de vez en cuando, les pasan a los seres vivos: que nacen, discuten, se ríen de sí mismos, añoran lo que no tienen y mueren como todo lo demás. O sea, no somos tan diferentes de una dalia. Tampoco de un escorpión.
Manuel Bueno
Presidente de la Asociación Colesterol Producciones Teatrales
Director de «Colesterol Teatro»
D.MANUEL BUENO.
que bonitos fueron tus comienzos,cuando apenas eras nadie y saliste de tu tumba, aun recuerdo con asombro lo inteligente que fuiste cuando con el dedo me dijiste, no esa no(recuerdas).
hoy por fin eres PRESIDENTE. y yo un humilde servidor de la justicia.
espero que te vaya bien si algun dia vuelas por aqui, deseando hincar el diente,solamente,y con dulzura te digo y no te olvido—PRESIDENTE,PRESIDENTE…DONDE TE METES…*JCG*MARSOPY*