Estar al día sin dejarse arrastrar por lo novedoso

Oscar Wilde (1854-1900)

¿Qué tendrá que ver la moda con las consideraciones sobre el pensar?, se preguntarán, sin duda, quienes sigan estas crónicas de reflexión sobre la huida del tiempo que se han ido tratando repetidamente. Pero lo lamentable es que algunos impromptus de la mente, que Valle-Inclán definía como «esperpentos», aparecen de nuevo a todo nivel y nos definen como seres impredecibles.
Oscar Wilde no toleraba la moda ni en el Arte ni en el Pensamiento, creyendo sin duda que muchos de quienes la siguen lo hacen pensando que de esta manera se van a sentir diferentes del resto, o, lo que es peor, diríamos con Stendhal, que esta tendencia a uniformar el gusto implica la confusión entre lo bello y lo que cambia por cambiar. Quienes parecen hablar reflexionando sobre la moda son algunas modelos que pasaron a ser bellezas selectivas, y pienso nada más y nada menos que en Marlene Dietrich, que se mudaba de vestidos elegantísimos para cada ocasión, pero que al final reflexionó sobre tales sinsentidos avisándonos de que «nos reímos de la moda de ayer, pero nos emocionamos al contemplar la de anteayer, cuando está para convertirse en la de mañana», manteniendo que la moda es con demasiada frecuencia una forma de hacer mofa de nosotros mismos.
El comité de jueces británicos, por ejemplo, ha decidido casi por unanimidad cambiar de atuendo después de tres centurias, llevando una peluca blanca de crin de caballo y una toga que más bien se parece a la cobertura de grupas equinas. Algunos se han alarmado titubeando de si van a fallar los procedimientos de la justicia británica. Pitigrilli sugeriría, con humor irónico que todo cambio implica, «la pugna entre el instinto natural de vestirse y la tendencia igualmente natural a desnudarse»; y la tomadura de pelo (de crin) está en que no se sabe nada del nuevo uniforme que van a llevar los peritos de la ley, igual para hombres que para mujeres, en los juzgados de Gran Bretaña.
Las modas se pueden soportar en las cosas pequeñas, pues ayudan a la observación del cambio de gusto a través de los tiempos, pero no en el arte o en el pensamiento, dirán algunos ideólogos, llegando Unamuno a decir que estas mutaciones se deben a la monotonía de «tener que cambiar porque toca cambiar», lo que supone que difícilmente resistirán el paso del tiempo, que es el mejor juez de lo que vale la pena que se mantenga incólume.

HECHOS Y DICHOS
La moda resulta siempre un sinsentido, pues nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.     Oscar Wilde.

AFORISMO BRITÁNICO
La moda no será nunca nueva, pues lo viejo vuelve siempre a asomar la cabeza.

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