¿Se nos casa la Duquesa de Alba? Al parecer no, pues confluyen circunstancias adversas para que eso ocurra; su estado de salud; la oposición de sus familiares y una larga lista de contrariedades que se han confabulado para que Doña Cayetana no pueda emitir «su canto del cisne». Aún recuerdo a su primer marido y al segundo, por haberlos visto en Madrid o Sevilla. A la señora la vimos una tarde en la Maestranza de Sevilla en una corrida en la que toreaba Curro Romero, buen amigo suyo y que todavía estaba casado con Conchita Piquer (ya ha llovido desde entonces). No sé si vendrá a cuento, pero esa boda abortada me recuerda lo que pasó en mi pueblo, siendo yo pequeña. Había una familia muy rica, y su única hija se hizo novia del hijo de una viuda, que tenía varios cortijos, fábricas de aceite, bodegas, mantecados y 3 zapaterías, entre ellas «El Cañón». Una noche ardió esa zapatería y, cuando fueron a decírselo a la viuda, no les hizo ni caso, porque el seguro lo cubría todo. Más tarde se descubrió que el incendio fue intencionado y no le dieron ni un real. Le sacaron una copla: «’El Cañón’ ardiendo y la viuda durmiendo: como lo tenía asegurao se volvía al otro lao». Al poco tiempo, la hija de Don Carlos huyó con su novio, el hijo de la viuda, pensando que, al tener tantos bienes y, sumando los suyos tendrían una buena dote, pero no todo fue gloria, ya que la familia del novio sólo tenía fachada y ni un duro. Eso al menos es lo que descubrieron los abogados del padre de la novia. Tenían las propiedades hipotecadas. Tuvieron que casar a la pareja, ya que la chica se quedó embarazada. La gente decía «La hija de Don Carlos se ha ido con el novio, pensando que tenía dineros en el banco, y luego no tenía ni los calzoncillos blancos».
(A veces la fantasía desvirtúa la realidad).
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