La memoria histórica: El cuartel de la montaña

La sublevación en Madrid. 1936.
«(…) el 18 de julio, los dirigentes comunistas pidieron a Dolores Ibarruri, la «Pasionaria», que hablase por Radio Madrid para galvanizar la resistencia contra la insurrección de los militares… Se escuchaban explosiones…
«¡Obreros, campesinos, antifascistas y patriotas de España, alzaos en defensa de la República…! ES MEJOR MORIR DE PIE QUE VIVIR DE RODILLAS… ¡No pasarán!»…
Debido al calor asfixiante, todas las ventanas estaban abiertas, y la voz metálica del locutor de la radio se escuchaba en todas las calles: «Se ha cursado orden urgente a los miembros de los sindicatos para que se presenten inmediatamente… ¡continuad en nuestra sintonía!».
Barea, militante socialista, se encaminó a la Casa del Pueblo. Pronto se halló sumergido en un mar de hombres… Barea se halló encajonado en un pasillo estrecho de la Casa del Pueblo, sin poder avanzar ni retroceder… La multitud empezó a proclamar a qué había venido:
«¡¡ARMAS!!, ¡¡ARMAS!!, ¡¡ARMAS!!», gritaban por las calles adyacentes al Ministerio de la Guerra, en la Puerta del Sol y en la Casa del Pueblo. Por fin le condujeron ante un oficial de ingenieros.
-¿Ha estado usted en el ejército?
-Cuatro años en Marruecos, de sargento -dijo Barea.
-Bien. Disponemos de un NÚMERO INAGOTABLE DE VOLUNTARIOS. Lo malo es que no tenemos armas ni municiones, y muchos de estos chicos no han manejado jamás un fusil.
(…) La atención se centró en el gran edificio del Cuartel de la Montaña (actual plaza del Templo de Devod). Los ocupantes habían ametrallado unos camiones que transportaban miembros de las Juventudes Socialistas».

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«(…) Ediciones especiales de «Claridad» y «El socialista» pedían «armas para el pueblo»… La UGT había ya distribuido 8.000 fusiles a las juventudes socialistas, que empezaban a dejar sus puestos de trabajo para actuar…
(…) Los militares sublevados se habían ido concentrando en el interior (del cuartel). Se habían sumado oficiales y tropas sublevadas de otros cuarteles de Madrid y bastantes falangistas al mando del general Fanjul… Los rebeldes intentaron lanzarse a las calles de Madrid.
Pero para entonces ya se había reunido a las puertas del cuartel una inmensa multitud, organizada por la UGT, la CNT y los partidos políticos… La densidad de la multitud impidió salir a los rebeldes.
(…) El día 20 en la mañana, una multitud mayor aún se congregó al grito de «¡todos en ayuda de La República!»… llegaban noticias de que, en Barcelona, los trabajadores habían derrotado en las calles a los militares sublevados.
(…) se comenzó el asalto a la fortaleza con gritos de alusiones a La Bastilla (R. Francesa)…».

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«(…) uno de los cañones traído con un camión de cerveza hizo fuego otra vez, y, de nuevo, la pieza patinó enloquecida sobre los adoquines. Esta vez quedaron varios hombres dando gritos de dolor y cojeando: las ruedas del cañón les habían aplastado los pies.
(…) El primer asalto quedó detenido. El aire estaba lleno de gritos horrísonos, pero la multitud, sin jefes y actuando por instinto, recobró su ardor enseguida».

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«(…) Media hora más tarde, en una ventana de la fortaleza, apareció una bandera blanca. La multitud avanzó para recibir la esperada rendición. Pero fue recibida con fuego de ametralladoras. Este hecho se repitió dos veces más, enloqueciendo de furor a los asaltantes.
(…) Finalmente, la gran puerta cedió… La multitud penetró violentamente en el patio, donde, por unos momentos, todo fue histeria y una gran carnicería…
La carnicería que se produjo a continuación escapa a toda descripción… Un gigantesco miliciano se creyó en el deber de arrojar, uno tras otro, a varios oficiales reducidos, que gritaban de terror, desde la galería más alta del cuartel a la desenfrenada masa que acumulaba en el patio…
(…) LA SUBLEVACIÓN GOLPISTA HABÍA FRACASADO EN MADRID, comenzaba una guerra de casi tres años».

* Todos los párrafos han sido extractados de dos libros:
«La guerra apasionada», de Peter Wyden, y
«La Guerra Civil Española. Tomo I», de Hugh Thomas.

En otro país, estos héroes anónimos habrían tenido calles y plazas dedicadas al retornar la democracia. Aquí, la losa de la amnesia cayó sobre ellos.
El destino se portó injustamente con ellos.

José Boj Quesada

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