El Periódico de Torrevieja nº382

Hay tantas maneras de hacer las cosas, que sería interminable describirlas, porque se pueden hacer bien, mal, regular, rematadamente mal, medianamente bien… Incluso, dentro del criterio de cada cual, habría diferentes modos de entender cómo hacer cada cosa, en cada momento. Por eso mismo, cuando hay quién dice no querer hacer algo para no quedar en ridículo, no se da cuenta de que quizá lleva mucho tiempo haciéndolo, sin querer verlo o, peor aún, sin importarle demasiado, tal vez porque le reporta pingües beneficios.
Y es que los intereses mueven el mundo, haciendo a las personas quedar, algunas veces, en el más espantoso ridículo, sin que parezca importarles. Con el fin de conseguir, o no perder, los dichosos beneficios, son capaces de subir las escaleras a todo correr, o realizar cualquier otro malabarismo, con tal de mantener una situación artificial y ventajosa, según su criterio, para poder figurar como algo que realmente no son.
Pero es la vida, unos buscan la verdad y a otros no les importa tapar, ignorar o tragar con lo que sea, a sabiendas, con tal de aparentar. Cuánta hipocresía hay desparramada por el mundo y cuánta basura bajo las alfombras, tapada para que no huela mucho y poder seguir aparentando.
Aunque, por mucho que se finja todo el tiempo lo que no se es o no se siente -y hay verdaderos profesionales de esto-, siempre habrá ese resquicio, que suele salir cuando más tranquilo y relajado te encuentras, y, por mucho que se rece, o se haga creer a todos lo que no es, cada cual en su conciencia a solas, consigo mismo, no dejará de sentir los remordimientos lógicos de aquel que no hace lo que sabe que está bien, sino lo que piensa que le reportará mayores beneficios económicos o sociales. Eso, a fin de cuentas, es lo de menos. Ya sabemos que hay diferentes formas de lucrarse, o sacar partido de la situación, una vez que se dejan de lado los escrúpulos.

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