Es curioso el comportamiento de nuestra clase política con el tema de las elecciones norteamericanas. Antes del 4 de noviembre, casi nadie se mojaba -y eso que llovía…-. Claro, calladitos -y sin micros cerca- estaban mejor. Además, podría haberles costado votos; pero una vez que se han producido las elecciones, ya es otra cosa. Ahora todo quisqui se apunta, como si fuese propia, la gran victoria del candidato negro, o mulato más bien. Por cierto, nunca hay que decir «de color», eso lo dicen los que van de políticamente correctos sin darse cuenta que ese término sí que es agraviante para el ciudadano negro, porque les hace parecer gente inferior que necesitan de nuestra caridad y apoyo moral. Además… ¿de qué color? ¿Verde…? ¿Azul…? ¿Morado? Bueno… morado igual sí… después del recibimiento de algún «sheriff» xenófobo y sin escrúpulos de la Norteamérica profunda. Y, hablando de las profundidades de EEUU, ¿han visto cómo ha quedado configurado el mapa electoral? En los dos extremos del país, donde se concentran modernidad, progreso y cultura, han ganado los demócratas (vamos… centristas, porque allí la izquierda no existe); mientras que en el corazón, en la América profunda, -aunque ricos por excavar pozos de petróleo- como siempre, el voto es republicano (derecha, tan derecha que odian hasta a los zurdos). Otra curiosidad, «republicano»: cómo cambia esta palabra su significado político dependiendo del país en que se pronuncie. Bueno… qué vamos a decir… aquí hay un partido que se hace llamar Popular -perteneciente o relativo al pueblo-, y ya me dirán qué tiene que ver la alta burguesía con el pueblo. Es que nos engañan como a chinos (bueno… ¿de color amarillo, o digo sólo amarillo? Habrá que llevarse bien con ellos, que son muchos).
Rafa Zamora Sancho
(San Sebastián)
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