Difícil elección

Hace muchos años, un joven quería casarse y, gustándole dos chicas, no sabía por cuál decidirse; así que fue a preguntar a su madre, para que le ayudara a escoger bien, pero ella, que era una mujer discreta y que nunca ordenaba nada (a no ser necesario), sino que aconsejaba, le dijo al muchacho: «Mira, hijo, mi deseo es que seas feliz, porque al fin y al cabo el que tiene que vivir con ella eres tú y no la familia. Ya sabes lo que dice el refrán: “La esposa, bien elegida, que es para toda la vida”». «Sí, madre», repuso el chico. «Verás, te voy a explicar mis dudas. Cada día, al volver de los campos, me encuentro a una de ellas pintada, bien peinada y con ropas de domingo, que muy sonriente me saluda; la otra está trabajando, limpiando la acera, cosiendo o bordando y, desde luego no va tan elegante: lleva zapatillas y bata de andar por casa. La primera es guapísima y la otra menos agraciada, pero muy parecida a ti». Quedó la madre pensativa. «Mañana», díjole, «vas a ir a casa de las dos y les pides tamo (pelusilla que se cría debajo de los muebles). Dile que a tu caballo le ha dado un cólico y que sólo se curará cociéndole esas cosas y dándoselas a beber». Al día siguiente, se acercó el labriego a casa de la «fea», pero ésta, con todo el dolor de su corazón, no pudo darle nada, puesto que tenía la casa tan sumamente limpia, que por más que buscaron ambos, no encontraron ni una mota de polvo; en cambio, la guapa le llenó dos bolsas y, toda amabilidad y miraditas tiernas, le dijo que volviera a por más cuando quisiera. Volvió junto a su madre. «¡¡¡Ya he elegido!!!». «¿?». «A la fea», musitó enternecido. «Es como tú, madre mía, “limpia”, y no dudo que será una buena madre para mis hijos».

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*