En las revistas religiosas-misioneras, que también las hay, porque las recibimos, nos abruma a veces el modo de captación hacia nosotros, lectores, y que no es otro que el de la tremenda dureza de sus palabras escritas como aldabonazos, mostrándonos con sus números de la ignominia y sus fotos de rigor, cuánto de miseria sigue existiendo en el mundo. Con razón, en una tertulia de ésas que no son políticas, de literatura, de libros, de las que se emiten muy tarde para que casi nadie las vea ni las escuche, se dijo la otra noche que en la Historia conocida de la humanidad sólo hubo un insignificante período de veintinueve años sin guerra alguna. Uno de los contertulios, curtido reportero de prensa, nos abrió su abanico de saberes y experiencias, dejándonos anonadados sobre la ruindad que se gasta el ser humano. Guerras tribales que asolan el continente africano y guerra de guerrillas con protagonistas que elevan la crueldad a la categoría más ínfima de la miseria moral, huérfanos del más pequeño atisbo de buenos sentimientos. La citada revista nos señala a todos o casi todos, culpables de alguna culpa y valga la redundancia. Porque seguimos con nuestras estadísticas y sus negros vaticinios, que se cumplen a rajatabla, y porque hemos de situarnos donde de alguna manera están los cien bolsillos llenos y enfrente de los que están dentro de los millones de estómagos vacíos… Porque oímos a nuestros dirigentes, los del G7 o G8 o G20 o no sé por cuál dígito se va, los anuncios de reuniones que aliviarán de alguna manera el estropicio sempiterno del hambre y de la guerra, y no nos damos cuenta de que estos tíos están acomodados y nosotros también…
A lo mejor debo pedir perdón a mis pocos lectores por cómo reinicio, después de tantos días de vacaciones, nuestro nuevo contacto. Pues vale, les pido perdón. Han pasado las fiestas, conmemoraciones y solemnidades de la Semana Santa, que siempre o casi siempre son coincidentes con la llegada de la primavera, pero este año no, y debemos estar contentos. Nuestra ciudad ha contribuido, un año más, como la inmensa mayoría en España, a que haya habido una extraordinaria ofrenda religiosa recordando lo que de alguna forma significa esa Nueva Alianza del hombre con Dios al que se elude desde las nuevas ideologías. Afluencia masiva de forasteros, que han llenado nuestras calles y, ojo, también el templo parroquial durante las celebraciones eucarísticas del Triduo Pascual. Enhorabuena a la Junta Mayor, que se supera cada vez más en su tarea cotidiana, tenaz durante todo el año, y que no se ve, para lograr ese ambiente gozoso de fiesta importante. Porque los creyentes, que somos casi todos, en nuestro fuero interno, nos decimos que la Semana Santa no tiene parangón…
Pero voy a terminar haciendo, contento, un comentario sobre la fotografía que muestra la prensa de hoy, que no todas van a ser horrorosas. La madre, condenada a vivir alejada del hijo díscolo al que hace años le propinó un bofetón, ha sido indultada y se la ve exultante y abrazada a ese niño que estaba pidiendo que no lo separaran de ella, para más, sordomuda. Paradojas del momento. Madres que no pueden decidir cuándo darle un manotazo al hijo rebelde podrán decidir darle algo más que un manotazo cuando lo lleven dentro de su vientre unos meses. Dos, tres, cuatro, cinco, seis meses… ¡Ah, los expertos!
JortizrochE
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