En cierta ocasión tuve el placer de conocer a esa simpática mujer, que es un torbellino, Regina dos Santos; fue con motivo de las fiestas de septiembre en Sentmenat, un bello pueblo a caballo entre Sabadell y Caldes de Montbui. El Ayuntamiento y la Comisión de Fiestas invitaron a la artista, que actuaba en el Paralelo. También se invitó a la Eva Nasarre de sus buenos tiempos, que daba clases de aeróbic en televisión; luego, su carrera se truncó, creo que a causa de las drogas, el marido se quedó con su hijo Marc cuando ella fue ingresada en un centro. Desapareció varios años y apareció cuando el chico era ya un hombre. Hay que ver lo que esos estupefacientes pueden hacer con una persona: rompen familias, se pierden los trabajos, muchos roban y asaltan para comprar la dosis, algunas se prostituyen… En fin, un desastre, pero vamos a lo que vamos y dejemos a los pobres con sus problemas.
Para la recepción de los artistas, se instaló en la plaza del pueblo, frente al bar «El Coro», un tablado alto al que se accedía a través de 7 improvisados escalones de madera. Colocaron luces a ambos lados de la «pasarela» y toda la plaza llena de globos, farolillos y luces. Al fondo se veía una pancarta: «BENVINGUTS». Departiendo con Regina, nos contó que recientemente se le había muerto su perrita Lúa. A mí me emplumó a su otra mascota, sustituta de Lúa, Pipa, y la tuve que atender toda la noche mientras su «mamá» actuaba. Bajó la pasarela, luego de deleitarnos con sus bailes cariocas, y repartió sonrisas y besos a todo el mundo. Derrochaba simpatía y vitalidad por todos los poros de su cuerpo. Si todos tuviéramos en nuestra vida una Regina, los médicos se tendrían que ir de vacaciones. Una persona positiva cura más que todos los medicamentos.
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