En realidad sólo se enseña a que funcione la mente

Benjamin Franklin (1706-1790)

En un paquete de azúcar topé con uno de esos dichos que hacen que lo eches en tu café a pesar de las recomendaciones del médico a no abusar de productos azucarados. Leía más o menos así: «aprender es más fácil de lo que parece, pero hay que saber hacerlo», viniendo respaldado el axioma por el peso moral del estadista americano Benjamin Franklin, y me acordé de tantos y tantos que han pasado por mi varita mágica para aprender lenguas.
Me picó la curiosidad por saber más sobre el científico americano que había sido el número 15 de un total de 17 hermanos varones, por lo que tuvo que aprender de pequeño el arte de la supervivencia consiguiendo ser un político intachable «without bodyguards» (sin necesitad de guardaespaldas). Inventor de aparatos sofisticados lo mismo que de servicios simples siempre útiles, como de la escalera de mano, pues llegaba a soluciones prácticas por medio de la reflexión tras observaciones meticulosas. Descubrió el pararrayos después de que ya se utilizara la electricidad. En breves palabras, fue una mezcla rara de pensador, estadista y científico, y sus frases son lapidarias, pues le han convertido en uno de los ejemplares de todos los tiempos, sobre todo cuando analiza el fenómeno de la amistad: «Un padre es un tesoro, un hermano un consuelo, pero un amigo es ambos» o «tómate tiempo para hacer un/a compañero/a, pero sé aún más lento en cambiarlo/la».
Enseñar, en mi experiencia de decenas de años, es tan enigmático o más que el aprender, formando algo así como las dos caras de la misma moneda, aunque habrá que añadirles el problema de que puede fácilmente acabar en una pérdida de tiempo. Para hacerlo más efectivo, el que enseña deberá combinar los roles de padre, hermano y amigo, como confesaría Marco Tulio Cicerón: «una cosa es saber algo y otra totalmente distinta poder enseñarlo», sin que nunca falle sacar a colación que el aprendizaje es la solución real al problema de la supervivencia. Por eso, el Maestro de la sabiduría china, Lao Tsé, 24 siglos antes de las observaciones de Charles Darwin sobre la adaptación de las especies, incluida la humana, aconsejaba en su «Da Da Jing» a sus adeptos a no aprender a comprar o vender pescado, sino a descubrir cómo atrapar a los peces en las mallas de pesca.
Por ello, resulta francamente ridículo enseñar lo que nunca va a usarse, si bien todo aprendizaje nos ayuda a afrontar la incertidumbre del futuro, ya que es difícil predecir lo que vamos a necesitar en tiempos de crisis cuando ya pocos aceptan responsabilidades sobre un experimento que se les escapó de las manos.

HECHOS Y DICHOS
Dime y lo olvido; enséñame y lo recuerdo; involúcrame y lo aprendo.  Benjamin Franklin

PROVERBIO INDIO
Mejoro mucho con mis maestros, pero más con mis colegas, aunque aprendo muchísimo cuando intento explicar algo a los demás.

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