Todos llegamos a este mundo solos y con un camino por decidir, que poco a poco se va forjando. Marcamos las directrices, a veces el destino nos empuja, las circunstancias nos llevan hacia un sitio u otro, pero lo cierto es que al final, como al principio, quedamos igual de solos. Entretanto, hacemos de nuestro paso por esta vida lo que cada cual quiere o le dejan.
En estos días hemos visto desaparecer a personas de muchísima resonancia mundial. Cada una de ellas llevó la vida que eligió y a su manera. Por una parte, nos dejaba Vicente Ferrer, allá en la India, entre los más desfavorecidos del mundo, en el lugar que siempre intentó mejorar, apartado de la vida cómoda y fácil, alejado de una jerarquía que le ha negado hasta el recuerdo. Este hombre forjó una gran obra, una fundación de ayuda a los más pobres, a aquellos a los que dedicó su larga y fructífera vida. Ellos y sólo ellos le despidieron agradecidos y multitudinariamente.
También nos dejó Michael Jackson, un gran ídolo de multitudes. Un mito desde ahora, a pesar de las luces y sombras de su vida. A una edad prematura y en circunstancias por definir. Quizá arrastrado por una vida excesiva de disfrutar de todo lo que se puede desear, hasta cambiarse el color de su piel. Con un talento innato, éxito mundial desde muy joven, dinero, admiradores, todo… pero al final solo, como cada cual. Así comprobamos que sólo somos dueños del trayecto, de cómo y con quién lo queremos vivir. Ésa es nuestra única elección.
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