La enseñanza, el miedo y el éxito oficial

Manuel Bueno Rubio
Director de Colesterol Teatro

Gracias a que a los componentes de The Beatles no les gustaba mucho ir a la escuela, ni asumir las normas sociales y políticas, el resto del mundo, ahora, podemos disfrutar de su creatividad musical y escuchar sus canciones. También «El Vaquilla» se alejó de las aulas de manera temprana y acabó en la cárcel. «Genios» y «delincuentes» suelen coincidir en más de uno de sus gustos, entre los que destaca el de tomarse la vida de esa forma tan personal (¿y cómo si no?). Eso que les hace especiales, únicos, exitosos o cadáveres prematuros, a la mayoría nos da un poco y mucho miedo a la vez.
Que la escuela sea un punto de encuentro para el proyecto de vida que significa cada niño es una buena opción. Que el patio del cole sea un ensayo de estos posibles nuevos visionarios, relacionándose para el pasado mañana y el después, una mejor intención. Todo lo demás (el manojo de sueños que les llevará a sentirse siempre cerca de sí mismos, hagan lo que hagan) lo deberán escoger ellos. Ni los profes, ni los padres, ni los políticos están autorizados sino para cuidar de sus ilusiones, de sus «imposibles» (para nosotros) retos.
Un niño llora en el patio. Sus lágrimas me hielan la rabia y su desconsuelo me altera la razón. Las calificaciones de fin de curso le han roto una parte de su estima. La angustia desgasta. El llanto agota y el miedo apunta siempre hacia una opción chunga. Los políticos se van de vacaciones, los padres aplican los correspondientes castigos y los profes dan por terminado su año escolar. ¡¡Manda huevos!!
Nuestra sociedad-globo (frágil, hinchable-pinchable, como lo demuestran sus desórdenes patológico-políticos y sus deprimidos parados analógicos) necesita imponer sus erróneas filosofías (políticas perfectas para los que las diseñan), para programar ciudadanos manejables y productivos, a partir de la primaria escolar. Y lo consigue. Niños frustrados por sus primeros fracasos escolares generan adolescentes irascibles e inseguros, jóvenes sin argumentos existenciales y adultos sumisos (a la vez coléricos y emocionalmente fláccidos) dispuestos a padecer las sucesivas crisis que los padres de las distintas naciones les vayan imponiendo en sus tristes vidas (bueno, luego están el fútbol, las drogas, el sexo y rock’n’roll para ir tirando).
¿Fracaso escolar?: Vaya tópico que nos taladra a diario en todos los foros. La vida, en sí misma, es un completo éxito. Cualquier camino elegido por un ser humano libre, consciente y emocionalmente sano es válido. Primero, para sí mismo. Luego, socialmente, tendrá su implicación positiva sin lugar a dudas. Fracaso es sinónimo de incumplimiento de metas. ¿Por qué no confiamos en nuestros propios hijos y sus propias metas? ¿Nuestras metas son sus metas? ¿Las metas de nuestros políticos son nuestras metas? ¿Las metas de nuestros chicos son las metas de sus educadores en las escuelas?
En esta cadena de intereses, el miedo a vivir libre y plenamente, marca nuestra vida y la del futuro de nuestros chavales. Dejémosles vivir en paz. Respetemos su «tempo», su imaginación, sus preferencias. Suspender en mates no es ningún fracaso. Ni vivir, pensar y sentir distinto a sus profes, padres y otros mandamases que no hacen otra cosa que joderles la vida. Su destino no tiene por qué ser el de ningún otro. Dejémosles que inventen, que nos sorprendan. Que devuelvan a políticos, padres y educadores escolares a sus desvanes (encerrados con sus miedos) y que nos muestren lo que nosotros no fuimos capaces de encontrar en nosotros mismos.

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