Los grandes olvidados

Como casi todos los años, huyendo del calor y de las aglomeraciones, un grupo de amigos subimos al norte de España buscando temperaturas suaves, paz y tranquilidad para llenar nuestros pulmones de aire limpio y sano, olvidando el estrés y los problemas cotidianos. Este año hemos elegido el Monasterio de Valvanera. Éste está ubicado en la parte sur-occidental de La Rioja, en la provincia de Logroño, muy cerca de San Millán de la Cogolla, cuna del castellano antiguo y el vascuence, según las glosas que se pueden ver y apreciar en el Monasterio de Yuso, escritas por un monje anónimo y posteriormente por Gonzalo de Berceo, entre las líneas de textos escritos en latín. También se puede visitar a pocos kilómetros el pueblo de Berceo, donde nació este monje y escritor, así como Santo Domingo de la Calzada, donde la gallina cantó, y La Guardia, con sus impresionantes bodegas de buen Rioja.
Un poco más arriba de Yuso también se encuentra el pequeño Monasterio de Suso, donde San Millán comenzó su vida monástica después de ser ermitaño y anacoreta con otros monjes.
Volviendo a Valvanera, donde los bosques de pinos madereros, abetos, hayas, nogales, pinos canadienses, etc., le rodean totalmente a 1.000 m sobre el nivel del mar, al igual que un pequeño río muy caudaloso le proporciona agua y electricidad, donde los amaneceres están llenos de nubes bajas o nieblas que le proporcionan una temperatura fresca y suave; allí existe una comunidad de monjes benedictinos que actualmente se encuentran muy contentos, pues se les han incorporado cinco nuevos novicios y un postulante, jóvenes y alegres, que han recibido la llamada de Dios para la vida monástica. Estas personas, cuyo lema es «ora y labora», pasan gran parte del día en oración y alabanza a Dios, así como trabajando, pues dependen económicamente de ellos mismos, tienen una hospedería, una fábrica de licores y cultivan la tierra. En sus oraciones, a las que podíamos asistir, podemos comprobar el gran amor que sienten por Dios nuestro Señor y por todas las personas sin distinciones de razas, religiones o tendencias políticas. Ellos rezan por todos y, especialmente, por los pecados del mundo. No conocen los odios, los rencores, las venganzas, las persecuciones y zancadillas que asolan a nuestra sociedad, aunque están completamente al día de lo que sucede en ella. Al tratar con ellos, uno se da cuenta de todas aquellas cosas innecesarias que nos aprisionan y nos esclavizan en nuestro sistema de vida, pues la alegría y la paz que se les aprecia y se desprende de ellos es envidiable. Puede decirse que lo tienen muy claro y no echan de menos todos aquellos aspectos de la vida que a nosotros nos aprisionan y creemos que no podemos prescindir de ellos.
Cuando deseemos recibir una carga de espiritualidad y cura de humildad, no tenemos más que acercarnos a estas personas y convivir con ellas unos días. Nos daremos cuenta de que se puede vivir perfectamente renunciando a muchísimas cosas que, en realidad, no precisamos para ser felices.

Carlos García

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