DNI: «Operación Madrugón»

Fernando Guardiola

Si usted reside en Torrevieja y por cualquier circunstancia, su Documento Nacional de Identidad ha caducado, o le ha sido robado, o perdido, o simplemente tiene que hacerlo nuevo, o incluso sacar la Tarjeta de Residente para Extranjeros, atienda los consejos que a continuación le doy, porque le pueden ser de gran utilidad, después de haber sufrido en mis carnes lo que he dado en llamar «Operación madrugón».
Lo primero, la noche anterior haga una cena ligera y váyase pronto a la cama, poniendo el despertador a las 5 de la mañana, con el sonido de «campana-cencerro-sonido alto».
A la hora señalada, y al sonar el despertador, dar un triple salto mortal, sin tirabuzón, de la cama, y sin apenas entretenerse en tomar nada, échese a la calle provisto de un buen libro, o un aparato de radio o música y, a ser posible, una silla de playa o cualquier otro objeto que le permita descansar unas cuantas horas.
Le aseguro de todas formas que, cuando llegue a la puerta del establecimiento donde se emite el DNI -que, extrañamente, no tiene cartel alguno que indique que allí se ejerce tal actividad, como si fuese un tugurio ilegal-, ya habrá allí al menos tres o cuatro personas que madrugaron más que ustedes.
Pida su vez (imprescindible hacerlo en voz alta… para que quede claro) y acomódese a dar lectura a su libro, a oír música, o simplemente a hacer nuevos amigos.
Cuando el día empieza a clarear, ya se empieza a ver un tráfico humano más intenso que se arremolina en la puerta, y aumenta a partir de las ocho, cuando se aproxima la hora de apertura del chiringuito. Muy importante entonces armarse de valor, tomar el toro por los cuernos, y, ante la llegada de gente, que ya ni pide vez… ni falta que les hace, poner orden y poder asegurarse su pase ileso, entre los 10 ó 12 primeros en la cola, que hay mucho «espabilao»…
A las 8:30 h. hay que olvidarse de la música, de los libros y del «Sursuncorda» y todos a hacer cola… y ojo avizor a los intrusos.
Llegan las 9 y, como si de la llegada del mismísimo Mesías se tratase, se abre la puerta y aparece el conserje (o lo que sea) repartiendo los números de turno, como si del maná divino se tratara… ¡Ojo: sólo 40 hermosos números, 40…! Y los que llegaron después, ¡hala…!, a casa y hasta otro día.
Es digna de encomio la actitud del numeroso personal, víctima de tal atentado al reposo mañanero, que, en vez de desayuno, parece haber ingerido una dosis doble de «ajo, agua y resina»… Otros, por menos, montaron el motín de Esquilache.
Esta aventura que les relato no es ningún cuento chino, ni sucedió en la España de los 60, ¡no!, esto pasa cada día en Torrevieja, en la Plaza del Molino.
Por lo visto, no se enteran en la Delegación del Gobierno, o donde corresponda, de que existe la «cita previa» para todas estas gestiones (la hay en Elche, en Orihuela y en Alicante).
¡Ah…! Y cuando se terminan de gestionar los 40 números correspondientes al día en curso, ¡se acabó!, aunque sean las 12 de la mañana…
Y en la cola había abuelos, niños, y hasta lisiados con escayolas.
¿A que no? ¿A que esto no está bien? ¿A que alguien nos está tomando por tontos…? «Pos eso».

2 comentarios

  1. Tú,Fernando, has encontrado una prueba de lo que el ser humano es capaz de aguantar,no sólo en este caso,sino también en otros, que son igualmente parecidos; las colas del paro,esperas a consultas de médicos,en fin… Así son como funcionan las cosas en algunas partes del país. Pero estas personas, que hacen cola, sólo tienen la valentía de quejarse entre sus compañeros de la fila y faltando el respeto a los funcionarios que se limitan a hacer lo que les mandan sus superiores. Yo me impliqué en una situación parecida ,y exigí, ante la animación de todos, que se repartieran hojas de reclamaciones para todos los que estábamos esperando, como tú bien dices, con el riesgo de no ser atendidos,con lo cual el funcionario las repartió sin ninguna objeción.
    No te puedes ni imaginar la sorpresa, cuando llegó la hora de recoger las hojas: debidamente firmadas, con los nº del D.N.I., domicilio… al ver que muchos comenzaron a deshacerse de las hojas arrojándolas a la papelera o guardándola en el bolso, en el plan del disimulo. De 40 personas, apenas,fuimos 10 a denunciar aquella situación a la oficina del consumidor. Yo sí me atrevo a contestar tus preguntas; Sí, somos tontos y por este motivo nos toman y nos tratan como tales. En cambio mi pregunta sería esta: ¿De qué y por qué tiene la gente miedo de denunciar estas y otras cuestiones en los lugares que realmente se deben hacer?

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