Los dos niveles de la historia en Al-Andalus

Si nos atrae a muchos la Historia, ese fenómeno analizable de los seres humanos como grupos, lo es sin duda porque aparece, se desarrolla y muere, como puede ocurrir a cualquier colectivo en la naturaleza, que sobrevive gracias a que lo común prevalece sobre lo individual, como ocurre en el caso de las abejas, cuyos paneles recogen no sólo el rico manjar de la miel, sino las experiencias comunes, por lo que se podría afirmar que en cada colmena se mantienen las vivencias de pequeños seres siempre ajetreados junto con un cúmulo de reminiscencias del grupo.
He tenido acceso a la investigación de tres historiadores estadounidenses sobre el Reino de Al-Andalus dentro del territorio peninsular, bajo control mahometano desde la Baja Edad Media al Renacimiento (711-1492), hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos. Se trata de un DVD en que se recogen datos sobre la intolerancia religiosa de estos últimos, cuyos resultados, según ellos, se asemejan a las violaciones de derechos humanos y culturales en centros de exterminación aplicadas entonces a musulmanes y judíos, a pesar de que hubieran constituido parte de los reinos peninsulares antes de su unificación por la fuerza de las tropas de Isabel y Fernando. Resulta sorprendente que el énfasis de aquellos historiadores resida en una confirmación de que, mientras en el reino de Al-Andalus, pese a sus continuas escaramuzas, prevalecíera un clima de tolerancia no común para aquellos siglos, la denominada ortodoxia occidental justificaba el uso de la violencia, haciendo desaparecer, a pesar de la llegada del Humanismo Renacentista, muchas culturas peninsulares, pero en particular la de los sefardíes y de los taifas.
Los Emiratos y califas de Córdoba, Granada y Sevilla habían conseguido llegar a una de las culturas más alta de su tiempo en Ciencias, Filosofía y Arte, particularmente con su espléndida arquitectura, que creó una de las maravillas de la historia. Durante los siete largos años que dediqué a escribir una tesis sobre el periodo renacentista del Reino de Navarra, lo que más me sorprendía era cómo cada una de las partes, invadidos e invasores, hacía de los terribles hechos sus propios sayos, según conviniera a las dos partes implicadas, llegándose con frecuencia hasta a alterar los eventos. Me resultaba peregrino observar cómo se convertía lo ocurrido en anecdótico, por más que los hechos perdurasen imperturbables, cambiando sólo las interpretaciones según interesase a las partes implicadas. En una palabra, y tras analizar los eventos de la cultura del Reino de Al-Andalus, se debería siempre separar cuidadosamente en la narrativa lo que es factual de lo que sea interpretativo.

HECHOS Y DICHOS
Si se me hace pesada la Historia será porque una gran parte de ella es invención. Jane Austen

ANÓNIMO
Prefiero vivir un solo hoy en la tierra que cien ayeres en la Historia

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