¿A dónde vamos?

Tras la muerte del General Franco en 1975 y tras la llamada transición de un sistema político a otro en 1978, se instaura la democracia en nuestro país. Ésta, se dice, es la menos mala de las formas de gobernar y, en sus inicios, estaba llena de grandes y buenas intenciones que se recogen en nuestra nueva Constitución. En 1989 comienza a caer el temible Muro de Berlín y, así, la hegemonía de los partidos comunistas totalitarios que gobernaban en los países que tras dicho telón convivían, estableciéndose en los mismos nuevas democracias.
A la vuelta de más de 30 años de nuestra democracia, que cabalga sobre un bipartidismo político con apoyos de pequeños nacionalismos, nos encontramos que somos el país de Europa que más enfermos de Sida tiene, nuestra educación figura en el ránking europeo entre los últimos lugares y después de algunos países del Este democratizados recientemente, nuestra productividad industrial ha bajado un 33% con respecto a la media europea, somos el país de Europa que más paro obrero tiene y cuyos ciudadanos son los que más van a sufrir la crisis económica en la que estamos inmersos, nuestro nivel de vida y capacidad de adquirir o poder adquisitivo ha crecido en los últimos 10 años apenas un 1%, mientras que en Polonia e Inglaterra, por ejemplo, han crecido un 20%, en Europa somos el país que más prostitución tiene, nuestros niños salen de los colegios conociendo las drogas y el sexo, mientras que en otros países conocen la música, las artes, las ciencias y cómo valerse por ellos mismos en la vida, etc., etc., etc.
¿Es mala la democracia para los españoles? Pues no, lo que es malo es el profesionalismo de los políticos en nuestro país, los grandes egoísmos personales y partidistas, las grandes mentiras y demagogias que conllevan las ansias de poder, el servirme a mí primero y después a los demás, vivir de espaldas a los ciudadanos, ejercer dominio sobre el pueblo y querer privarlos de libertad, imponiendo la forma en la que tenemos que vivir y actuar, dominar los medios de comunicación, etc., etc., etc., menos el sacrificio y la entrega por los demás.
Todo esto lo pueden Uds. comprobar. ¿Han visto Uds. alguna vez que un partido político de nuestro país haya aceptado alguna enmienda o proyecto del otro, aunque éste sea bueno para nuestra sociedad? Yo no. Si uno dice blanco, el otro dice negro. ¿Han visto Uds. alguna voluntad política de unir esfuerzos y propuestas para salir de la crisis económica entre los partidos, como ha ocurrido en otros países? Yo no. ¿Han visto Uds. que el partido en el poder, sea cual sea, escuche la voz de pueblo ante algún tema que afecte a una mayoría? Yo no. ¿Creen Uds. que los sindicatos políticos de nuestro país están trabajando en libertad y a favor de los trabajadores? Yo no. Prefiero sindicatos libres que verdaderamente no estén sujetos a subvenciones y disciplina del gobierno de turno.
Lo lamentable de todo esto es que nuestra política anda entre peleas y zancadillas de unos con otros que, a veces y para ellos, es la causa más importante, desprestigiarse mutuamente, como de la misma manera está ocurriendo en nuestra ciudad.

Carlos García

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