La verdad se crea cuando se convierte en ficción

Antonio Machado (1875-1939)

Me encuentro cara a cara con demasiadas ideas sobre lo que ocasiona que  algo considerado como falso llegue a aceptarse por verdadero. Como si todo evento tuviera dos caras siendo demasiado difícil de qué lado haya que contemplar los hechos, si del real o del jocoso que es con frecuencia la mejor manera de ver lo dramático con ojos más perspicaces.
“Mentirijillas” decíamos de pequeños aceptando a regañadientes que no se nos hubiera contado toda la verdad porque, según nuestros mayores nos podría “haber hecho daño”, algo que va contra la definición misma de lo que es sincero. Ahora quizás se vaya demasiado lejos permitiéndoles el acceso a lo que puede ser perjudicial para los menores. Y no es que la solución esté en el balance de ambos puesto que a veces resulta verdaderamente difícil separar lo verdadero de lo falso, de lo que nos avisa  Rabindranath Tagore repetidamente: “La verdad se mueve  a sus anchas en la ficción, pero cuando cerramos todas las puertas a los errores se queda fuera con ellos” por más que,  nos vuelve a advierte el pensador indio no deberíamos permitir que esta mala combinación nos afecte negativamente y podamos superar la confusión que con frecuencia crea en una mente que no esté preparada para ello.
A Antonio Machado se le conoce, a la par que a su hermano el cantor de los Campos de Castilla por moverse en el mundo frágil de los ensueños en que convergen lo ficticio y lo experimentado por cada uno de nosotros. Él publicaría entre otras colecciones de poemas sus famosas “Soledades” de una intimidad admirable logrando recrear las vivencias que se le ofrecían como remiendos de lo experimentado dándoles vida a otro nivel que aunque ficticio le ofrecieron motivos más que suficientes para seguir bregando. Muchas de sus frases lapidarias debieran estar esculpidas en plaquetas labradas sobre granizo. “Tras el vivir y el soñar está lo que más importa: el despertar” o “Todo lo que se ignora se desprecia”.
Saber enfrentarse a la verdad bien pudiera ser nuestro mayor aprendizaje en la vida y baste un pequeño asesoramiento de quienes nos avisan a aprender a dudar de lo que se nos presente como definitivo, un consejo que nos dieran quienes aprendieron a arrostrar los vaivenes de la vida: “Cree sólo a quienes andan en busca de la verdad pero dudando de quienes piensen que ya la han encontrado”, nos advierte André Gide, maestro de la vida. Yo me aferraría al dicho de Erasmo en una época en que para triunfar, muchos se obstinan en no decir lo que piensan: “Para habar bien” nos amonesta el humanista de Rotterdam “tienes que estar dispuesto a cuestionar tus propios errores”.

HECHOS Y DICHOS
Cuando bromeo cuento la verdad que sigue siendo la actividad humana más divertida.  George Bernard Shaw

EL VALOR DE LO INESPERADO
Si quieres sobrecoger a tu contrincante, dile sin rodeos lo que realmente piensas.

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