Hipócritas todos

Ocho y media de la mañana. ¿Estoy despierto tan temprano para digerir el torbellino de noticias que nos inundan, si es que esto fuera recomendable? Ya me acuerdo. Miro las señales de mis brazos… Analítica. Extienda el brazo, cierre el puño (creo sinceramente que no es consigna de derechas ni de izquierdas), y al instante fue todo. Indoloro, pero, eso sí, apriétese el cinturón… digo, el pequeño agujerito cinco minutos. En horas, estará el resultado en el ordenador de su galeno. Estado de bienestar al que, según el mando hasta hace bien poco, no deberemos renunciar.
Pero, rebelde con causa o sin ella, que tampoco lo sé, a lo que no renuncio es a pensar… Las otras nuestras renuncias, casi todas, nos vienen impuestas. España está tan endeudada que en el año próximo se verá en la necesidad de emitir letras del Tesoro y otros papelitos por valor de ¡CIENTO CINCUENTA MIL MILLONES DE EUROS! En billetes de VEINTE, los que más tocamos, quizás podría llenar el salón de la casa donde vivo… Compungido, consternado y casi convencido de que la trampa enorme (dieciocho parlamentos, oiga) hemos de empezar a pagarla nosotros, los más pequeños, se nos viene encima este escándalo de huelga que el mismo Gobierno se ha montado con sus sindicalistas liberados. ¡Pero si la huelga la tendríamos que protestar nosotros, los «doscientos mil» parados, los pensionistas, los funcionarios (incluidos, claro, policías, Guardias Civiles y soldaditos), y también los pequeños y medianos empresarios que le dan de comer a tanta gente…! ¡Y la ciudadanía política, o lo que representemos! Porque se están laminando por entero todas las instituciones del Estado, siendo esto infinitamente más grave aún.
Pero, en fin, que no tengamos que lamentar daños por violencia y se lo recomendaremos a San Miguel. Esta noche y mañana habrá rigodón de cifras sobre seguimiento. Y mucha foto. Seguramente los dos principales actores de la cosa harán tablas acordadas antes de la partida, como los ajedrecistas cuando a sus respectivos intereses conviene…
Y va un cuento. Había una vez una república centroamericana, bananera ella, como en sentido peyorativo las nombramos nosotros los «demócratas», que contempló con estupor cómo su mandatario intentaba perpetuarse en el poder saltándose las reglas del juego al ejemplo de otros cercanos. Pues el cuento se acaba porque todas las instituciones de aquella república ¿bananera?, todas, he dicho, le pusieron a su mandatario el pijama, le dieron el cepillo de dientes y lo pusieron de patitas en la calle…
He nombrado a San Miguel con su espada que lucha contra el Mal. Es su día. También el de los otros dos Arcángeles, San Rafael, medicina para los enfermos, y San Gabriel, el mensajero de la mejor noticia de los últimos milenios. La Anunciación de que Dios se hace Hombre de vientre de mujer para recrear Su designio de Redención salvadora.
Hasta otra y, como decían en mi pueblo hace muchísimos años, que Dios nos coja confesados.

JortizrochE

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