Llegó el verano con sus intensos calores. Ya pasó el solsticio y la noche de San Juan, con sus hogueras purificadoras. Esperemos que allí quedaran, entre las cenizas, los malos presagios de tantos agoreros que van anunciando finales apocalípticos y malas vibraciones. Da comienzo una nueva etapa en la ciudad, con algo de retraso sobre el resto de los pueblos de España. La nueva corporación tomará el relevo decisorio para el futuro inmediato de Torrevieja. Son muchos los que tienen puestas sus esperanzas en el nuevo equipo de Gobierno local. Otros creen que poco cambiará, serán evidentemente los que no tienen posibilidad de «ascenso», para los demás todo sigue igual, como nos decía un amigo, a la sazón antiguo concejal: «no pasa nada, nunca pasa nada». Y ahora, con el verano, vuelven los visitantes. Torrevieja, como ciudad de segunda residencia, tiene asegurada la visita de mucha gente en esta época -con poquito dinero, eso sí, que por ahí también está la cosa mal-, pero vienen; a tomar el sol y en busca del fresquito, a orillas del mar. Mientras, los agoreros tendrán que ir bajando de su nube y comprobando que ningún cambio de personas, en ningún cambio de Gobierno, ni local, ni regional, ni nacional, nos va a traer un cambio inmediato a los ciudadanos de a pie. Que hará falta aún un tiempo, y mucho sacrificio, por parte de todos, para ir saliendo poquito a poco de esta situación que padecemos. Tenemos que aceptar también, al margen de los que se dedican a demonizar a unos y otros a su antojo, que no es sólo cosa de España por tener a unos, ni de la Comunidad por tener a otros, la cuestión es mucho más profunda, más amplia y complicada, lo que ocurre es que cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina y aprovechar la situación para su propio beneficio. No lo olvidemos.
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