Desde el 28/5/011 a las 22:40 h., está el torero José Ortega Cano luchando por su vida. Esta vez, la «corná» no se la ha dado un Mihura ni un Vitorino, sino la traidora carretera, que es más poderosa y destructiva que el peor de los cánceres. Peor suerte (o mejor) corrió el señor del otro coche, D. Carlos Parra, que falleció en el acto. Al menos se ha ahorrado el sufrimiento suyo y el de su familia, a la que con todo mi corazón les envio mis más sentidas condolencias.
Dejemos al maestro en el Hospital Virgen de la Macarena (Sevilla), atendido por ese magnífico cuadro médico, y vayamos a otro asunto (con perdón), más frívolo… Resulta que «Rociíto» es la tutora legal, a todos los efectos, de los bienes de José Fernando y Gloria Camila. En mi concepto, y sin deseo de insultar a nadie, es poner a la zorra cuidando las gallinas, máxime teniendo ese novio tan «currante», que en toda su vida ha trabajado un mes, o al menos eso es lo que consta, y posee una nómina de 30 días (supongo que la habrá puesto en un marco como si fuese un título universitario).
Conozco el caso parecido de un matrimonio, que murió ella el 13 de junio (San Antonio) y él el 3 de octubre, quedándose de albacea de sus dos sobrinos, de 12 y 8 años, un hermano de la difunta. Lo primero que hizo fue despedir a todos los obreros que llevaban allí en el cortijo trabajando toda su vida, sirviendo a abuelos, padres y nietos. Metió gente nueva para poder «mangonear» a su antojo. ¡Tan bien lo hizo que, de producir 20 vagones de trigo, aparte de abastecer de pan y harina a 3.000 obreros fijos todo el año, otro tanto de aceite y la venta de cerdos por valor de 750 pesetas de las de 1950 -¡telaaaaaa!-, han pasado a estar arruinados y poner el cortijo en venta, pues los gastos superan a los ingresos. Habrá que decir a los hijos del torero que sujeten bien sus monederos, no sea que tengan que vender el coche para comprar gasolina.
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