Hay miles de anécdotas de los antiguos funerales. Pondré aquí alguna a modo de ejemplo. En una casona vivía Matías con su mujer. Ambos gustaban de sentarse bajo la higuera; ella, haciendo calceta, y él, tocando la flauta. Para que sonara bien, tenía su mujer que ir a darle un «sobo» con las manos y luego con gamuza. Parece que eso animaba al marido, cuyas notas tenían embelesada a su esposa. Pero un buen día en que los higos estaban maduros, rajados por el culito y con esa gota de ambrosía tan dulce colgando, tuvo Matías el mal gusto de morirse. Al amortajarlo, colocaron entre sus piernas la flauta. La desconsolada viuda gemía… «¡Adiós, Matias! Llevas entre las piernas lo que me divertía. Sabes que si no te la sobaba, no funcionaba». Miró a la higuera y exclamó: «Para más sufrimiento, me dejas el higo abierto».
En otro pueblo, se murió un anciano. Su único hijo se puso en la entrada de la casa para recibir las condolencias, de modo que la gente entraba y luego salía por la puerta del patio. Tenía el hijo una hermosa cabellera, tocado con sombrero, tipo mosquetero. Un grupo de jóvenes ruidosos y molestos fueron amonestados por él y decidieron vengarse: «Antes de que entierren al viejo, vamos a dejar calvo al estúpido hijo». Eran unos 20 que, disfrazados, entraban diciendo: «Le acompaño en el sentimiento». El hijo daba las gracias y torcía su sombrero hacia un lado. Al repetirse tantas veces la misma escena, lo torcía hacia el otro; durante tantas horas y tantos muchachos entrando y saliendo, dando la vuelta a la casa y haciendo lo mismo. Al dia siguiente, decían las viejas: «A éste se le ha caído el pelo, no sé si de pena por la muerte del padre o por tener que trabajar, ya que nunca ha dado «un palo al agua»». Otra decía: «y, ¿quién te dice a ti que no tenga el viejo el colchón lleno de billetes? Era tan tacaño…». Y añadía una tercera: «A los tontos, los pastores y actualmente a los vagos, se les aparece la Virgen, jajajajajaja».
Kartaojal
Dejar una contestacion