Cuentos de mi abuelo: «Juanillo y las cebollas» 2ª parte

Mientras esto acontecía, el amo guardó una bolsa llena de doblones de oro, en el fondo de una tinaja, la tapó, llevándola al sótano; entonces se fue a la Justicia, diciendo que su criado le había robado todos los ahorros de su vida y la comida de la despensa. Emprendieron su búsqueda, y al tercer día lo encontraron durmiendo junto al tronco de una encina. Quisieron llevárselo detenido, pero Juanillo se declaró inocente y dijo que el amo mentía, contándoles su historia desde el día que empezó a servirle. Los agentes no sabían a quien creer, pues tenían que ser imparciales, hasta aclarar los hechos. Vio Juanillo que si no andaba listo, se pudriría en la cárcel o seria ejecutado por ladrón y mentiroso. «¡Señores justicieros!», les dijo «Si mi antiguo amo confiesa la verdad, ¿quedaré libre de toda sospecha y podré seguir recorriendo el mundo, en busca de un trabajo y un amo justo?». «Si, muchacho; las autoridades sólo están al lado de quien cumple la Ley, y si, por maldad, alguien se burla o la engaña, ésta caerá sobre el culpable, sin compasión». Sacó Juanillo la flauta del cinto y empezó a tocarla. Al momento, su amo, que además era calvo, empezó a bailar de coronilla, dándose de trompazos contra los cantos y piedras del campo. Gemía pidiendo clemencia, pero Juanillo decía: «¡Confiesa la verdad, mal amo!». No pudiendo más, el amo fue contando cómo lo había explotado matándolo de hambre y también dónde estaba la tinaja con el dinero. El amo fue encarcelado de por vida y todo el dinero, la finca, los bienes y animales se los dio la Justicia a Juanillo como premio a sus anteriores sufrimientos y su honradez.

Kartaojal

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