Ya hemos bajado de la nube Miguel Ángel y yo, dos extraños seres amenazados por la falta de imaginación existente. Hemos vuelto a pisar suelo después de unos muy buenos momentos en nuestras vidas, que no van a parar precisamente al mar. Demasiada generosidad han demostrado con nosotros, y por eso y otras cosas estamos tremendamente agradecidos. Pero que conste que no somos ninguna ONG, ni por el forro, a pesar de que somos dos personas solidarias, que viven o sobreviven en la aldea global, a mucha honra, y para envidia de los envidiosos. Si después de haber presentado un libro modesto no nos meten en la cárcel, y sabemos mantener el tipo hasta el infinito y más allá, habremos puesto una pica en Flandes, que en nuestro caso es Torrevieja, que no es moco de pavo, pero hecho está el espectáculo con lectura y música de cámara. Ahí es nada. Dicho lo cual, nos siguen felicitando para que sigamos el camino emprendido, y así lo vamos a intentar. Ahora mismo no paran de insistirme en que hable un poco de política, cosa que no me agrada, como ya dejé escrito en el principio de estas crónicas pasajeras. Mi abuela decía que la política es muy cochina. Y tenía más razón que una santa. Por ejemplo, no podemos ir caminando por el mundo entre bozales y ronquidos. Si al personal no le importa un pepino que se escriba un libro, imagínense, amables lectores, si un perro lleva bozal, metafóricamente hablando, porque los perros han de tener libertad para morder a quienes quieran, siempre que no hagan mucha sangre y el dueño esté al quite. ¿Y a quién le puede importar si alguien ronca por las noches en el camarote de un barco de placer, donde precisamente no estaban los hermanos Marx? Un pleno municipal, foro público y político donde nuestros representantes dilucidan la gestión de la cosa pública, a veces con crispación y otras muchas levantando las manos, para que el voto quede limpio y trasnparente, y donde utilizan el verbo, la palabra, como arma arrojadiza para llegar a tirarse los trastos a la cabeza, no debe servir para deslizarse entre el bozal y el ronquido. En cualquier caso, y pasado el temporal, bueno sería que reinara un poco la cordura, el sentido común y el buen parlamenteo entre nuestros políticos locales, centrándose más en la actualización de las tasas municipales, que, dicho sea de paso, tendría que hacerse progresivamente, cada año, para así poder pagar lo que cuesta el servicio de forma razonable, sin que se dispare el déficit, y no sigo por este camino poque para eso están los que entienden de materia económica. Por ejemplo, me comentan que la tasa del Cementerio tendría que haberse subido un trescientos por cien, para igualarla al coste real, y tan sólo se ha visto incrementada en un 3% aproximadamente… pero son decisiones de tipo político, claro. Y es que mantener los servicios públicos cuesta un dineral, un verdadero dineral, pero tampoco es cuestión de que nos metan más caña con las tasas e impuestos. El caso es que esto de la economía doméstica es harto complicado, y más cuando le quitamos el bozal y superamos los ronquidos con esos plenos tan largos, largos, largos. He presenciado muchos plenos municipales, pero me han comentado que, como el último, ninguno. Lo que me estoy perdiendo, Dios, por culpa de mi «compaere» Tutankamón.
En fin, que sigue la movida local con el transporte escolar y urbano, las subvenciones a las agrupaciones corales, la soledad del Auditorio-Conservatorio, el dichoso balneario de lodos, que de aquellos polvos urbanísiticos estos lodos torrevejenses… y lo que nos espera. Paciencia y a barajar.
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