Comparemos los principios morales y éticos:

1. La regla de oro: «trata a tus congéneres igual que quisieras ser tratado».
2. El imperativo categórico de Immanuel Kant: «obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en ley universal», resumiendo: actúa ejemplarmente.
O el sermón de la montaña (Mt. 7.12): «así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos».
Se trata de la «ética de reciprocidad» de inestimable utilidad para señalar el camino, proceder en la vida con esta regla de ética y moral. Tratar con consideración a todo el mundo y no sólo a los miembros de su grupo.
El principio de esta «reciprocidad ética/moral» subyace prácticamente a todas las religiones: Hinduismo, Bramamismo, Islam, Cristianismo, Zoroastrismo, Judaísmo, Budismo, etc.
Veamos también a John Locke: «la gente tiene derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad». Para John Locke, el propio cuerpo es parte de sus bienes. Pero, en algunas personas, un factor de azar más siniestro, cual una mutación maléfica de la estructura de la personalidad se tratara, estos principios universales se invierten. El propio cuerpo, el derecho a la vida y a la libertad serán algo a destruir, con ayuda de sustancias psicotrópicas y tóxicas como el alcohol, por ejemplo.
¿Dónde queda «el resorte de vivir es el ansia de sobrevivirse en el tiempo y en el espacio»? como dijo D. Miguel de Unamuno.

El Ruralico

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