El sueño del Faraón o la pesadilla de los valencianos

Gabriel Estañ
Ejecutiva JSPV

Al igual que el Faraón, el President de la Generalitat tuvo un sueño. Pero no eran vacas y trigo, sino «ferraris» y lujosas embarcaciones. Siete de cada aparecieron flamantes y, tras ellos, otros siete destartalados vehículos. Sin embargo, embriagado en su ensoñación, no vio cómo los viejos y estropeados devoraban a los primeros. Y, por tanto, jamás consultó a José, el becario, quien le hubiese informado del conocido significado del sueño.
Durante aquellos primeros años, crecieron las riquezas de manera abundante y el President se comió las vacas, el trigo, las gambas, las langostas y los langostinos. ¡Menuda vida la del President y su corte! Además, construyó pirámides, palacios y ciudades enteras y todo ello financiado con el modelo conocido como del crédito. La gente lo jaleaba por las calles y él seguía creciendo en fama y en ego. Encontró amigos nuevos y les habló de su sueño. Aquel día, el becario José se encontraba presente y trató de explicarle al President el significado de todo aquello; sin embargo, entre los presentes, un hombre vivaracho y con bigote gritó: «para ti los «ferraris» y para el resto las migajas». Y todos, menos el becario, rieron la ocurrencia y continuaron con sus gastos y despilfarros mientras se seguían riendo de los señores «del puño y la rosa», que les decían incesantemente que aquello no era sostenible.
Y tal y como su amigo el «Bigotes» le había dicho, él acumuló todas las riquezas posibles y las migajas, como los «barracones» en los centros educativos, la no aplicación de la Ley de Dependencia, el desprecio a las víctimas del metro, las mentiras del agua o la manipulación de Canal 9, fueron algunos de los presentes que dejó para el resto de la sociedad.
Entonces, llegó lo que el pobre becario temía: se acabaron las vacas gordas y se las habían comido todas. El President no daba crédito a las nuevas noticias cuando comenzó a ver que faltaba dinero. Lo primero que hizo fue despedir a aquel estúpido becario que no había sabido asesorarle correctamente respecto al sueño. Sin un becario al que culpar, durante cada día señalaba al «zapatero». Día sí, día también. Y cuando el Zapatero le daba 1.200 millones de euros para sanidad, él hacía con ellos lo que le daba la gana. Y cuando la Unión Europea le mandaba los fondos para pagar los cursos a desempleados, él hacía lo que le daba la gana también con ese dinero. Seguía queriendo vivir igual que había hecho hasta entonces y gastaba lo que no tenía. La deuda de RTVV andaba cifrada en 1.200 millones de dinares, digo de euros. La de la Ciudad de la Luz, en otros 190; súmenle la de Terra Mítica o el resto de ingentes deudas que hemos acumulado los valencianos durante los años de bonanza. ¡Durante los años de bonanza!
Después, el President dejó de pagar las farmacias. Y a las asociaciones. Y a las Universidades. Y a los proveedores de material sanitario, y contrató menos profesores para la enseñanza pública y anunció que no contratarían más interinos para el empleo público.
El President, enfangado en el negro lodo de sus maniobras, se fue. Y nos dejó todo el problema. Ahora, que el señor Camps se garantizó un «sueldazo» de por vida. Y apareció un nuevo President. Y la cuestión continuó extendiéndose, porque gastarse unos cuantos millones de euros en un torneo de golf como ustedes han hecho, señor Alberto Fabra Part, no es de modo alguno la salida a la crisis, mientras, por ejemplo, miles de farmacias no pueden ni pagar los sueldos de sus empleados.
Y ésta es más o menos la historia de nuestra tierra. Hubo vacas gordas y nos las comimos, y ahora, pues para el becario José y el resto de los valencianos «las vacas flacas y feas y las espigas quemadas por el viento solano» son lo único que nos queda. Y perdonen que me lo tome con cierto humor negro, pero es lo único que siempre tendremos, sobre todo cuando corremos el riesgo de exportar este modelo político al conjunto de España.
El 20 de noviembre tenemos la oportunidad de decidir qué queremos para nuestro país. El cambio está asegurado. Lo que no está asegurado es el futuro de la educación y la sanidad públicas o las políticas sociales. Tú decides.

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