¿Paco? Llamémosle Paco, pues. Paco era buena persona, algo introvertido, a grandes rasgos normal. Ninguna de las múltiples teorías relativas al desarrollo causal del alcoholismo crónico. La dinámica es tan variada, multiforme, como los humanos en su infinita singularidad.
Se había hecho amigo de un grupito que, sobre todo los veranos, iba de fiesta en fiesta y jarana; toros embolados, moros y cristianos, las típicas fiestas de los pueblos, etc. y si no cualquier botellón era bienvenido para emborracharse. Tenían el derecho a divertirse, claro, decían. Que no faltaba plus.
Paco se hacía apreciar. Pagaba más rondas que nadie. Siempre sorprendía en «colaborar» con alguna/s botella/s de bebida de marca. Al benjamín del grupo le hacían ir por las bebidas carbonatadas. La mezcla ayudaba a «colocarse» mejor. Sabido es que así se absorbe el alcohol más rápido en la sangre y, por ende, al cerebro.
Así Paco lo iba pasando súper. Comenzó a tomar algunas copas antes de reunirse con la troupe, para sentirse más entonado. Hasta que comenzó a notar el ansia para beber por las mañanas. Bebía más y más para mejor soportar las tensiones y conflictos de la vida cotidiana, para por lo menos transitoriamente tratar de aliviar las perturbaciones de la estructura de su personalidad. Resumiendo, para manipularse en su sensibilidad y sus crecientes problemas con el alcohol y entorno social.
Al no encontrar respuesta al enigma del desenfoque psíquico, se volvió violento dentro y fuera del grupo. El grupo le había aceptado por «majete», pero su agresividad y violencia era inaceptable y, hartos, le expulsaron. La justificación simulaba la hipocresía pequeña burguesa. Un individuo alcoholizado… si no sabe beber, allá él. Los vicios, por favor, se encumbren.
¿Y Paco? El rechazo, haber sido juzgado, le hacía sentir vergüenza; hundido en el concepto de sí mismo, en su autoconfianza, autoestima; ser un incompetente, etc.
Quiso ahogar su dolor en el alcohol, pero el maldito canalla sabía nadar.
El Ruralico
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