Es curioso ver cómo, de un tiempo a esta parte, a todos nos han obligado a tener un espíritu familiar importante. Quizás sea yo, que nunca he sido muy familiar, pero jamás había tenido tanto que ver con una «prima». Puede que fuera porque decían que relacionarse íntimamente con una familiar era pecado. Pero yo, en mi ignorancia, me paso un día sí y otro también acostándome y levantándome con ella. Nunca pensé que una «prima» me fuera a dar tantos dolores de cabeza.
Aún recuerdo aquella mañana en que me levanté tan feliz y la radio daba noticias sobre una «prima» que nos afectaba a todos, y yo me preguntaba: ¿qué «tío» será el de esa prima?. Presté atención a la noticia y resulta que es un «tío» muy curioso, cuyo nombre es «Mercado» y apellidos «Financiero Mundial». Hasta la fecha no sabía que tenía ese pariente, es más, hasta creo que la mayoría de nosotros ni lo conocemos, es como un ente abstracto que pulula por el éter.
Pero de todos es sabido que a veces las relaciones familiares no son lo que podríamos decir buenas, pues siempre está el «pariente» que molesta y fastidia mucho más de lo que ayuda, y, caramba, tenía que caernos el «tío Mercado» encima para empezar a sembrar dudas sobre la honorabilidad de nuestra casa, España.
Pero, claro está, el «tío Mercado» no está solo en esto. Como buen pariente fastidión, se busca «amigochos» con más «mala milk», los «Calificadores» (terrible término), para que avalen lo que él dice que pasa en este o aquel lugar del mundo. Jamás pensé que el «tío Mercado» tuviera tanto poder y fuera capaz de ser tan malévolo que ni los más prestigiosos analistas familiares (siempre llamados economistas) acertaran una de sus previsiones.
Cuando al «tío Mercado» le dio por meterse en nuestra casa, la puso patas arriba, porque decidió que a la «prima» no la teníamos en suficiente consideración, por lo que puso en marcha una campaña para que se la tuviera en mayor estima. Por eso, esta «prima» está ahora por las nubes, se cree una diva intocable. Y vemos cómo nuestro «papá Estado» no sabe qué hacer ni por dónde tirar para sacar de casa a la «prima», al «tío Mercado» y a sus compinches. Apela a los sacrosantos deberes de la vecindad, hablando con los vecinos germánicos (que, según dicen en el barrio, son los jefes del equipo más poderoso) para que nos echen una mano, porque hace ya muchos años se supone que también formamos parte de su equipo, pero no sé por qué tengo la sensación de que somos los que les llevamos la bolsa de deportes. Porque, en mi ignorancia, el «tío Mercado» le presta dinero a ellos para renovar la vestimenta y se lo deja muy baratico; en cambio, cuando lo pedimos nosotros, nos da unos palos que nos cruje. No veo que esto sea justo, porque si todos somos del mismo equipo, ¿por qué nosotros tenemos que pagar más cara nuestra equipación? Quizás se me escape algo, en mi ignorancia.
En fin, amigos, ya seguiremos hablando del acontecer diario.
Txema Álvarez Bolaños
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