Torrevieja y la rectitud

José Manuel Martínez Andreu

La distancia más corta entre dos puntos está en una línea recta, según la geometría euclidiana y ahora también en la geometría política del PP, sólo cuando se trata de unir domicilio y centro escolar. Euclides, geómetra griego, que escribió «Los Elementos», no podía pensar 2.400 años después que algún elemento utilizaría su teorema para hurtar a escolares el pago del transporte al no distar más de 3 kilómetros su domicilio de la escuela. Fechoría euclidiana de la Generalitat Valenciana. Pido desde aquí que se aplique esta geometría también al kilometraje de sus señorías y demás servidores públicos. ¡No faltaría más! Podrán comprobar de ese modo cómo Madrid se acerca mucho a Valencia, a vuelo de pájaro, aunque éste sea un buitre. Pero hablemos de rectitud.
Por ejemplo, recto es el camino que han emprendido estos gobernantes austeros, con lo ajeno, contra funcionarios enfermos, tomando de sus nóminas hasta el 40% y con efecto retroactivo, además de «soplarles» la paga extra de Navidad, eso sí, a los enfermos y a los sanos. Con ese dinero detraído del salario de estos trabajadores, pueden recompensar (ellos le llaman «hacer caja») la asistencia a órganos colegiados, esas breves y numerosas sesiones de la comisión de Gobierno, desde donde los sufridos gobernantes torrevejenses, todos populares, gestionan este municipio. Uno de ellos, el más mediático, el más atrevido o el más cínico, en una entrevista en un medio provincial, reconoció que sus emolumentos, rondando los 10.000 euros mensuales, no retribuyen con justicia su abnegada dedicación. Los ciudadanos nunca podremos pagársela en su totalidad, dice el concejal. Estaremos en deuda perpetua con él. ¿A eso le llaman rectitud? No, es desvergüenza.
Recordar también cómo, unos días antes de las elecciones municipales de 2011, en una de esas fructíferas comisiones de Gobierno, con alevosía, premeditación y urgencia, los populares aprobaron el pago de una factura de 3,5 millones de euros por las obras del Teatro Municipal. Claro, después de pagar 6 millones de euros, que es en lo que se adjudicó la obra. El arquitecto municipal, técnico nombrado para certificar la obra, no aprobó el pago al no poder precisamente certificar las obras que se pasaban al cobro. Y es que, según la empresa acreedora, esas obras estaban ocultas, es decir, que el Teatro, una vez terminado, sepultaba en su interior 3,5 millones de euros invertidos en no se sabe muy bien qué, al estar tapado. Soy arquitecto y no vidente, le faltó decir al buen hombre en su informe. ¿Eso es rectitud? No. Más bien, y posiblemente, prevaricación y malversación de caudales públicos.
Hay que saber, asimismo, que Torrevieja es un gran municipio en virtud del título X de la Ley de Bases de Régimen Local, y este régimen local, el que nos gobierna, únicamente ha utilizado este novedoso instrumento legal para contratar a sus 3 delegados, el máximo permitido, sus 3 compromisos del PP, sus 3 camaradas en apuros, sus 3 amigos con sus 14 pagas de 3.000 euros. Del resto de la ley, nada. El régimen, el local, no ha creado el Consejo Social, órgano de participación ciudadana, ni tampoco los Distritos, ni siquiera la Comisión de Sugerencias y Reclamaciones, y ni mucho menos la Comisión de Control y Fiscalización, medidas estas obligatorias, ideadas por el legislador para ahondar en la democracia participativa y reforzar la transparencia municipal. Toda una demostración de recta conducta y recto proceder para conservar el hermetismo y la impunidad.
Rectitud es una virtud que ennoblece al hombre y es garantía de honradez en su conducta. En estos tiempos de crisis, esa línea recta, la que definió el geómetra griego, el bueno de Euclides, y la que el acervo popular ha asimilado como símbolo de pulcritud ha evolucionado. La geometría variable del PP, y no sólo en Torrevieja, ha adoptado un nuevo enunciado de la línea recta: es el camino más corto hacia la estafa.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*