A escena nº488

Aunque está cayendo mucho, esta quincena ando un tanto más tranquilo. No obstante, sigue cayendo, y todo indica que la tormenta no va a amainar por mucho que queramos. A mí me gustaría que todo el mal uso de la cosa pública concluyera de forma definitiva, pero sé que va a ser imposible, porque sigue habiendo flecos insalvables, sobre todo el de aquellos flecos que mantienen un silencio sepulcral que no conduce a nada bueno. Tampoco está nada bien que se diga que los malos de esta pélícula espeluznante sean los que tienen por obligación fiscalizar, controlar y cuestuionar aquello que consideran que esté incorrecto. Aquel calificativo de «antitorrevieja» viene de lejos, de personas que precisamente están encausadas por la justicia, y que tampoco conduce a nada positivo para futuras generaciones. No es positivo, digo yo, crear la enemistad entre las gentes de un lugar, maginficar la enemistad manifiesta en tal de mantenerse en el machito, y en definitiva crear una sociedad de buenos y malos. Eso debería estar superenterrado y más que amortizado. Pero, al parecer, algunos insignes políticos entienden que la historia local debe ir por esos angostos derroteros, maléficos caminos, diría yo. Aquello que dijo el poeta: «yo sé que hay gente que me quiere, yo sé que hay gente que no me quiere…». A Daniel Plaza le honra haber dimitido; y a Javier Montoro le honra, más allá todavía, el ser el primero en decir públicamente que se responsabiliza de sus llamadas y que va a devolver hasta el último euro. ¿Pueden decir otros lo mismo? Dicho lo cual, paso a comentar que hay gente desahuciada por los malditos bancos, por un tubo; más de cuatrocientos mil desahuciados, e incluso ciudadanos que se han quitado la vida al verse en la puta calle por los malditos bancos que han gestionado mal sus propias economías y la de los demás, y que incluso con los dineros de los contribuyentes se les inyectan millones de euros para que no vayan a la bancarrota. En fin, ha tenido que ocurrir alguna que otra desgracia para que el gobierno y el partido mayoritario de la oposición tomen cartas en el asunto. Me cago en tó.
Por otro lado, ya han comenzado las reformas en la obra de la dichosa calle Caballero de Rodas, ésa que iba a ser tan europea, que dijo el otro, el que no está pero está todavía, y que mira por dónde con el aval de Sedesa, otra empresa de otro cuñao, van a poder cambiar baldosín por baldosín. La obra, como se sabe por activa y pasiva, costó tres millones y medio de euros, dinero del Plan E, de aquel presidente al que le imputaron todos los males de España y parte del extranjero. Esa obra, desde luego, ¿costó esa cantidad de dinero? Pues uno, que no entiende ni de dinero ni de obras ni de ná, sigue pensando que no. Fue todo un farol para los de siempre. Como también ha sido un desliz de mucho cuidado y de padre y muy señor mío el hecho de que no se haya convocado a la rueda de prensa a la Unión de Periodistas Valencianos para cubrir la dimisión del ya ex-concejal de Deportes y Educación, Daniel Plaza. Todo esto, en su conjunto, demuestra, una vez más, que en pleno siglo XXI siguen produciéndose los mismos despropópsitos, o más, que en el siglo pasado. No hemos avanzado casi. Salud y buena quincena.

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