PPEspaña: un país de viejos, «como dios manda» (y…«porque siempre ha sido así»)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Y no lo digo con acritud (lo de país y lo de viejos). A dios, ni lo nombro, por ser «quilombo» exclusivo del nuevo-viejo PP (Papa Porteño: ¿en quién pensaste vos?). Eso sí, me provoca una cierta tristeza, y alguna ligera oxidación también.
Hay padres que se sienten orgullosos ante las «actitudes imitadoras» de sus hijos, cuando los chiquillos muestran comportamientos de adultos, sin apenas haber pasado la frontera de la «adolescencia intrascendente». Estos padres, que fueron viejos desde siempre (porque los suyos decidieron fosilizarse también), se proponen repetir la historia, atascando el giro natural de la rueda de la vida con ese «gran razonamiento», grabado a fuego en cada una de sus estúpidas sílabas: «porque siempre ha sido así».
Generación tras generación, el «porque siempre ha sido así» nos ha hecho viejos de repente. Cada vez que «porque siempre ha sido así» se escupe, sin conciencia o reflexión que lo pueda evitar, se nos endurecen las venas, se nos nubla el presente y se nos para el corazón (de melón). «Porque siempre ha sido así», nos condena a las trincheras de la basura: a permanecer, para siempre, en un escenario «erre que erre» (rancio, rocoso y ramplón), donde el aire se hace irrespirable y la vida es una foto en blanco y negro sin solución.
Ser niño (y viejo, a la vez) así, no es natural. Se necesita más de un espejo. Pero no hay nada que reflejar entre las sombras de la familia troglodita del ayer. Esa familia quema la fragancia de lo nuevo, del niño explosivo que se entrega, una y otra vez, al ritmo de su tiempo y su razón.
Ser viejo, no es cumplir más y más años. Envejecer, es envilecerse por obedecer e imitar a cualquier otro que no seas tú mismo y tu verdad.
Envejecer, es no creer en ti lo suficiente como para no hacer realidad tus sueños en la única vida que te has encontrado, porque el azar es físico y juguetón.
Envejecer, es olvidarse del presente y arrastrarse entre los tortuosos pasos del ayer y el angustioso grito del mañana intolerante.
Envejecer, es no escuchar la llamada salvaje del instinto, reprimiendo el sexo, como un párroco en Kazajistán.
Envejecer, es haber perdido la capacidad de sorprenderse y no creer, que a los babuinos les gustan las cebras porque se sienten seguros cada vez que cruzan, subidos en su lomo, cualquier paso a rayas de los no asfaltadas calles de l’Ampordá.
Envejecer, es no querer aullar a la luna llena, porque no eres el hombre-lobo, ni tampoco estás en París.
Envejecer, es «colgarse» de Ángela Merkel y no hacer ni puto caso a Scarlet Johanson, diga lo que diga Sandro Rey (el tele-operador adivino de dios).
Envejecer, es irte a cazar elefantes, para después pedir perdón, con cara de alelao, ante más de 40 millones de personas, a las que les da lo mismo: tú, tus trofeos y tus polvos (¿realmente, mágicos?).
Envejecer, es ser registrador de la propiedad y descubrir que a la mayoría de la gente, del país que te has «apropiado», no le importaría que tu próstata tuviera tantos subeybajas como la regla de cualquier de tus primas (de riesgo).
Tendría más de un millón (que exageración, por dios!: nada, yo soy asín) de argumentos, querido lector, para que te parases a no-pensar (ya que lo que piensas no es tuyo). Así que, a partir de esta lectura, anota en tu diario que lo único que te queda por asimilar para contrarrestar el «mantra» negativo del ayer es que:
a) Ni «la vida siempre ha sido así»
b) Ni te empeñes en detener su curso
c) Ni tampoco jodas el crecimiento a los de tu alrededor.
d) A cambio, date una alegría de vez en cuando: pruébate un condón multicolor supersuave y con sabor a menta, tómate un par de viagras, para que sientas, al menos, que algo sutil, pero emergente, recorre sensiblemente tu entrepierna.
e) …y tira la casa por la ventana, diciendo a tu pareja que «la quieres» (para cambiar la tendencia de los últimos dos siglos, no más).
f) Si no lo haces, entonces, amigo/a, podrás decir, quizás, que no eres viejo/a, no: pero estarás ACABADO. O SEA, MUERTO, BIEN MUERTO.

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