Con el paso del tiempo llega el sosiego y el razonamiento sobre los distintos momentos de nuestras vidas y es cuando nos damos cuenta de que la unidad familiar es una de las cosas más importantes de nuestras vidas. Es algo que debemos cuidar, sin egoísmos ni comparaciones, aceptando a cada miembro de la familia tal como es, con sus virtudes y sus defectos, sin temor a equivocarnos en nuestras opiniones cuando estamos en familia.
He podido comprobar que, cuando llegas al declive de tu vida y con la serenidad que te da el tiempo, te haces más tolerante y en tu mente se aglutinan cantidad de ideas, de cosas que crees que deberías haber hecho, pero ya es tarde y tu mundo se hace más pequeño, y aunque te rebelas contigo mismo, se impone la realidad y llegas a la conclusión de que tu tiempo ha pasado.
En ocasiones, comparamos la mente con la fuerza física, imponiéndose la idea de que es más importante y necesario mantener el cerebro con ideas y pensamiento claro. Mi opinión es que tan necesaria e importante es la fuerza física como la mental en todos los momentos de la vida, pues si ambas se mantienen por igual, razonablemente, los últimos días de nuestras vidas también pueden ser placenteros y de gozo dentro de la unidad familiar.
En nuestro mundo occidental con religión católica, aunque seamos poco practicantes, a medida que nos hacemos mayores, en ocasiones solemos exclamar «¡AY, DIOS MÍO!». Parece ser que necesitamos creer más en Dios, en el más allá.
Sé que alguien no pensará así, pero cierto es que, cuando fallece algún miembro de la familia, la mayoría son enterrados en cementerios cristianos, o sea, católicos.
Por todo ello creo que los que somos abuelos (digo abuelos por ser genérico) debemos disfrutar de nuestros nietos, cuanto más tiempo estemos con ellos mejor, pues no cabe duda que cuando estamos con ellos nos embarga una satisfacción y un amor inconmensurable, y nos da vida.
Creo que ser abuelos es muy buena cosa.
José Martínez Camallonga
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