¿Ya no hay agua para todos?

Es posible que todavía permanezca aquella machacona campaña propagandística machaconamente orquestada, yo diría que bien orquestada, orquestada puerta a puerta hasta la náusea, porque mira que eran pesados con el dichoso latiguillo de «AGUA PARA TODOS». El famoso latiguillo se convirtió pronto en un verdadero látigo fustigador contra aquel Gobierno que hubo en su día, porque el que legisla hoy a base de decretazos a través del BOE más que Gobierno es un verdadero Recortador, peor que Manostijeras, oye. Si sabían perfectamente que el trasvase del Ebro era un megaproyecto con grandes intereses para las constructoras, inviable a todas luces, no se entiende muy bien (bueno, sí, se trataba de castigar a un Gobierno) para qué demonios se gastó nuestro Consell -dirigido magistralmente por el Molt Trajeado Camps- más de siete millones de euros en la dichosa campaña masivamente partidista. En fin, mentiras muy costosas pagadas con el dinero que obviamente no teníamos y que debiera haberse utilizado para otros fines sociales y culturales, aunque ahora suene a demagogia. Ahora nos damos perfecta cuenta, creo, de que con tanto despilfarro, dispendio y corrupción (supuestamente, ¿eh?) por un tubo más largo que el acueducto de Segovia, ese dinero de todos, digo, ha ido a parar supuestamente al bolsillo de unos cuantos, como casi siempre, y esos pocos siempre son los mismos, los que andan cerca del poder, los que bailan el agua, los que calientan las orejitas de los gobernantes. En fin, de aquellos polvos estos lodos, y si no quieres polvo, no vayas a la era. Y la verdad es que con esos siete millones de euros mal empleados y otros pocos más igual nuestra ciudad podría haber contado con una estación de tren para estar conectados con la Vega Baja, y ya saben, mercancías para aquí y para allá; igualmente podría disponer de un puerto comercial potente para el Mediterráneo; o una industria salinera eficiente y creadora de puestos de trabajo; o un parque industrial en condiciones óptimas para una ciudad emergente; o, por qué no decirlo, un complejo-residencial-balneario de lodos con la vista puesta enérgicamente en la proyección turística; o en el fortalecimiento de nuestro pequeño y mediano comercio… No sé, con dinero (que hemos tenido), se podía haber invertido en tantas y tantas cosas… Pero no, nuestros gobernantes locales, provinciales y autonómicos se dedicaron más bien al negocio redondo y rápido, al juego de vender casitas, sabiendo que las casitas necesitan agua y luz y alcantarillado y… Eso, se dedicaron a jugar sin planificar con criterio y sustancia un modelo de ciudad. Claro que hubo un día que alguien me preguntó: ¿un modelo de «acualo»? Y así nos va creciendo el pelo, con agua para unos pocos. Buena quincena, amables lectores, y que Dios me dé tino para la próxima.

1 comentario

  1. «…el trasvase del Ebro era un megaproyecto con grandes intereses para las constructoras, inviable a todas luces,…»

    ¿pero qué dices, perdices?

    Yo, cuando veo a los ribereños del Ebro sufrir esas inundaciones períódicas que producen pánico y pérdidas cuantiosísimas, me acuerdo de un tal Zetapé y me da un no sé qué. No digo que sea gusto, pero un no sé qué.

    Y no digo lo que pienso porque lo contempla el Código Penal.

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