Me dice María tan amable como siempre…que me toca.
Y cuatro semanas después, no soy capaz de sumarme al comentario del embrollo y despropósito de los hombres que nos mandan.
Hoy será suficiente para mí, en contra de mi costumbre, hablar de mi “polis” con sus recuerdos que son los míos y por lo que pido perdón.
Pero hablar bien se entiende, dado que los que ya somos mayores, viejos se diría, encauzamos nuestra memoria histórica hacia atrás, a lo lejos, muy lejos, descubriendo sin mérito, la espectacular mutación experimentada por este pueblito de marineros y salineros que fue. Me subo de vez en cuando a ese paseo del dique de levante, casi siempre de noche, e inevitablemente, ante ese frontón luminoso tan espectacular, como cierre los ojos y piense no mucho, se me echan encima recuerdos entrañables que aun agrandan sobremanera esa formidable metamorfosis. Porque atrás queda aquella Torrevieja que vivimos de los 50 y 60, sin eventos como ahora se dice. Disfrutábamos de nuestras correrías y baños por las playas y calas, de las pesqueras al curricán que nos enseñaban nuestros mayores, del “maldito” volantín fuera de la bocana que nos obligaba más pronto que tarde a desembarcar en las piedras grandes que circundaban el faro, para soltar lastre…(Lastre nosotros claro, con almuerzo o sin almuerzo en el estómago)…
Y de las noches de aquellos veranos durante las cuales pateábamos calles y paseos alrededor del templete, las idas y venidas de los cines de verano, las mecedoras en las puertas de las casas que a veces llevábamos a cuestas al lugar adecuado para cantar y oir cantar habaneras…También nos gustaba, claro que sí, comer una sipia bien hecha, las tortillas de tía Catalina y porqué no, la fritada de unos cuantos mabres de mediano tamaño con sus raspallones y algún que otro salmonete…
Ah¡ sin echar en olvido las grandes tardes que nos hacían pasar el Hueso y el Remiendo en el campico de San Mamés (¡que mal nos lo han pagado algunos vascos al correr de los tiempos¡), situado enfrente de donde yo vivía y al que en las tardes de partido acudían hileras de gente por todas las esquinas. Tardes de vértigo como digo, con sus goles, sus trifulcas y los líos con los árbitros que ya entonces se inventaron.. Y al final llegaba diciembre con su Inmaculada, sus misas solemnes y sus procesiones solemnes como Dios mandaba y como manda ahora. Cerraba año igualmente, el Casino con sus charlas sus bailes y sus uvas, y naturalmente el roscón de Reyes que lo finiquitaba todo…
Y ya la próxima vez volveremos con los recortes y la deuda y el paro. Y los hombres de negro que no nos los quitamos de encima.
Aunque también, algo bueno pondremos, los esfuerzos denodados del Papa Francisco por disuadir a las fuerzas mundiales del poder, de la inutilidad y los horrores de otra guerra.
JortizrochE
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