La tragedia de los ahogados en Lampedusa

De nuevo, esta inmigración crónica de ese tercer mundo africano dantesco del hambre, las enfermedades sin medicinas, ni agua, con guerras tribales moscas y hambrunas al por mayor, dan paso a este «genocidio» inducido por los grandes poderes occidentales que manipulan y explotan ese tercer mundo e «ignoran» cínicamente e inhumanamente a estos seres indefensos, mordidos por la pobreza más brutal. Ellos son los culpables de esas tragedias.
Un barco con quinientos seres humanos desesperados, hombres, mujeres embarazadas y niños, embarcados en la «odisea» del hambre, navega por el Mediterráneo en busca de «Ulises», de la dorada y ansiada «Ítaca»; sólo que esta búsqueda es diferente y real, no es esa creación homérica literaria y de esos quinientos seres humanos con rostro y nombres desconocidos, cerca de cuatrocientos se los ha tragado el mar. En él, han quedado sepultadas sus hambres, su desesperación, su miseria, su derecho a la vida, lo único que tenían y le niegan.
Esto es un holocausto sangrante donde occidente pasa de ello, pero, ¿qué se puede esperar de este «club» poderoso, prominente, abyecto, si esos mismos nos gobiernan y cierran sus ojos míseros y miran para otro lado ante esta salvaje y destructiva crisis que nos acosa si ellos la han propiciado para su beneficio, pues está visto? Los eurodiputados del parlamento europeo, «que no tienen crisis», se han subido sus «precarios» sueldos, el tres con siete por ciento. Ellos y el G20 son los miserables que deciden sobre nuestras vidas y cobran esos sueldos «irrisorios» con nuestros impuestos y trabajos dándose la gran vida.
La Eurozona, blindada a cal y canto, pasa olímpicamente de los derechos humanos y sobrepasan el colmo de la inhumanidad con unas criminales leyes impuestas. En Italia, esta prohibido, bajo multa y retiro del permiso de navegación o de pescar, a aquellos que socorran y salven a estas gentes que naufragan en pateras, cayucos y balsas de juguete. Y aquí en España también se multa a aquellos que recojan en sus casas a los inmigrantes africanos; y a los que están aquí sin papeles y sin trabajo, no les dan la tarjeta sanitaria; ni tienen ninguna asistencia médica no por urgencias.
Por desgracia, esto es lo que hay en este primer mundo con esta «fauna» de voraces hienas y buitres chacales, todos de una misma camada.
¿Qué grado de desesperación empuja a estas pobres gentes a jugarse la vida?
¿Y qué grado de desesperación pasan los desahuciados de sus casas y sin trabajo para quitarse la vida como sucede en la España de las iniquidades, las mentiras y las falacias?
Y, mientras, allá en África, miles de familiares de esos náufragos del hambre y la miseria esperan en ese interminable éxodo, en vano, tener noticias de ellos. Y algunos las recibirán envueltas en traje de negro pino, y el Mediterráneo seguirá sepultando el derecho a la vida.

Josefina García

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